Escribir... Una forma de entretenerse como cualuier otra, ¿no te parece?

Shakespeare69 (Tercera Parte)

Tiene que ser una casualidad, se dijo mientras volvía a leer el mail que ya empezaba a saberse de memoria. - La alusión a las musas tiene que ser alguna gracia de esta pequeña bruja-, murmuró aunque en el fondo no lograba tranquilizarse porque sabia que aquella mujer jamás dejaba nada al azar. Tenía perfectamente estudiado cada paso que daba y, por supuesto, cada palabra que escribía. De hecho era así como se había ganado su reputación actual.
Mar descolgó el teléfono para llamar a Almudena. Seguro que si ella leía la invitiación sabría cómo interpretarla. Muchos de sus compañeros con algún tipo de cargo en la empresa criticaban la relación que ambas mujeres mantenían. Según sus colegas le daba demasiada confianza a una simple secretaria. En más de una ocasión Mar se preguntó si a toda aquella gente nadie le había explicado el valor que tiene una secretaria además de las cien mil razones por las que hay que llevarse bien con ellas. En cualquier caso Mar siempre se había caracterizado por hacer lo que creía más conveniente y siempre le había funcionado. Así es que, pese a las críticas, no pensaba variar su manera de dirigirse a una persona que ella consideraba mucho más útil que algunos de los compañeros con los que le tocaba organizar proyectos y reuniones. Justo en el mismo instante en el que descolgó el auricular y marcó al extensión de su secretaria se dio cuenta de que no podía hablar con ella de esto. Colgó pero Mónica ya había asomado la cabeza por la puerta de su despacho.
- ¿Necesitas algo?- preguntó con su alegría habitual. Mar hecho mano en ese momento de su agilidad mental , cualidad de la que se solía avergonzar bastante pero que le era muy útil en situaciones como esta. - Sí, necesito que me canceles las dos entrevistas que tenía para esta mañana. Hace un par de días me comprometí a revisar una novela y ni la he abierto- respondió con con tanta contundencia que Almudena no tuvo el valor de decir todo lo que estaba pasando por su mente en ese momento. Jamás había comprendido cómo después de una noche de diversión algunas personas eran incapaces de cumplir con sus obligaciones laborales. Su sentido de la responsabilidad y la severidad que imprimía a la vida laboral le impedían comprender esa clase de comportamientos. En cualquier caso no estaba allí para juzgar a nadie y menos a una de las personas a las que más admiraba en aquella empresa. Unos meses atrás habría matado por la oportunidad que su jefa le brindaba a diario cada vez que le revelaba los entresijos de un trabajo que adoraba profundamente. Sin cuestionar nada más, Almudena se limitó a cumplir con el encargo y programó las dos entrevistas para una semana más tarde. Podría haber encontrado un hueco para un par de días después pero, si su jefa le había pedido que cancelara todo y le había puesto una excusa tan absurda como aquella debía de estar metida en algo gordo. Así es que prefirió darle algo más de margen para aclarar lo que fuera que estuviera haciendo y marcó las dos entrevistas en la página del miércoles de la semana siguiente.
Mar caminaba arriba y abajo por su amplio despacho. Estaba agotada y apenas podía pensar en algo más que no fuera una cómoda y cálida cama pero era incapaz de permanecer sentada en la silla por más tiempo. No le preocupaba demasiado quedarse dormida (nadie le iba a pedir explicaciones mientras que los resultados del trimestre fueran buenos) pero se encontraba demasiado cansada y alterada como para obligar a su cuerpo a estar quieto. Durante varios minutos barajó detenidamente las opciones que se presentaban ante ella. Por una parte, la idea de obviar la invitación que acababa de recibir era algo que le apetecía muchísimo. Era consciente de que si no acudía a aquella cita, la gran Sara Puig se iba a encargar personalmente de que su carrera finalizara en aquel mismo instante pero, no podía evitar sentirse tentada ante la idea de dejar plantada a una persona a la que detestaba profundamente ya que representaba todo lo que ella odiaba. Al mismo tiempo algo en su interior la impulsaba a averiguar qué era lo que sabía aquella mujer y si el envío de ese mail con esas palabras concretas había sido algo casual o, por el contrario, había sido escrito de forma absolutamente intencionada. Se acercó a la ventana de su despacho y concentró su mirada en el tráfico que cada día a aquellas horas de la mañana llenaba una de las principales avenidas de acceso a la ciudad. Si todavía fumara y estuviera permitido hacerlo en aquel edificio no hubiera dudado un instante en encenderse un cigarrillo y reflexionar sobre todo aquello. Regresó a su mesa y recorrió con la mirada todas las carpetas que estaban perfectamente ordenadas sobre el escritorio. Proyectos, propuestas y trabajo personal al que debía darle salida de forma urgente. - De momento lo mejor será que me concentre en el trabajo- murmuró al mismo tiempo que intentaba darse ánimos para afrontar otra de las duras semanas del final del trimestre. Se quitó la chaqueta y los zapatos. Cogió la primera de las carpetas de color amarillo y la abrió por la última página. - No está mal- pensó. -Para empezar a ponerme al día sólo tengo que leer 820 folios- Mar no pudo evitar sonreír con cierta tristeza y agotamiento pero, a pesar de las circunstancias que la envolvían aquella mañana, decidió ponerse manos a la obra. Cuando había leído más de diez páginas y, por fin, había logrado apartar de su mente cualquier hecho o referencia que no tuviera que ver con su trabajo, el sonido que anunciaba la entrada de nuevo correo electrónico en su ordenador la sacó de ese estado ideal al que había tardado casi una hora en llegar. Una gran curiosidad se apoderó de ella. En aquel momento ese sentimiento le pareció de lo más absurdo. Jamás se inmutaba ante la llegada del correo por muy importantes que fueran las noticias que estuviera esperando. No entendía a qué se debía ese estado de excitación en el que se encontraba. En cualquier caso estaba demasiado cansada y nerviosa para ponerse a analizar nada. Dio un salto y en tres segundos recorrió el espacio que la separaba del ordenador. Pulsó sobre el icono correspondiente a los mensajes y abrió el único mail que había en la bandeja de "nuevos". Ante ella apareció sólo una frase: "Deja de pensar cosas que tu mente hace tiempo que ha decidido".