Escribir... Una forma de entretenerse como cualuier otra, ¿no te parece?

En estos días tan especiales de paz y de amor(SM Don Juan Carlos Dixit)...de consumo desenfrenado y atracones gastronómicos dediquemos un momento a la reflexión, al recogimiento, a la oración...

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Mi kelly (más conocida como "La Ke Limpia") hace casi un mes que está de vacaciones. Se ha marchado a Colombia a ver a su familia dejándome absolutamente desamparada y abandonada a mi suerte. Antes de su partida, la buena mujer me dejó la casa limpísima (vamos podíamos comer en el suelo de cualquiera de los cinco dormitorios) y los armarios con la ropa perfectamente organizada, doblada y, lo más importante, planchada.
Durante las últimas semanas en casa hemos seguido haciendo nuestra vida normal, es decir, como si la kelly siguiera viniendo a diario. Pero esta mañana, un grito desesperado me ha sacado del cuento en el que vivía. Al abrir la puerta del armario del dormitorio he descubierto con horror que ¡no había absolutamente nada planchado en su interior! He corrido al armario del vestidor y la situación aún era más caótica y lamentable.
He regresado a la habitación, me he metido en la cama y me he tapado con el nórdico hasta la cabeza. He cerrado los ojos, he respirado hondo y me he repetido hasta la saciedad: "Es solo un sueño. Esto no está ocurriendo. En cualquier momento vas a despertar". Me he vuelto a poner en pie, he repetido el recorrido pero esta vez se ha escapado de mi garganta un grito desesperado. Tanto que la vecina de arriba me ha llamado al móvil para asegurarse de que no me estaban asesinando.
Aún si creerme del todo lo que me estaba sucediendo me he dedicado a pellizcarme en diversas partes de mi cuerpo hasta comprobar que no sólo me dolía sino que iba a lucir unos morados espectaculares durante los próximos días.
He entrado a la cocina, me he preparado un te, me he sentado en una silla y me he dicho: "Mireia piensa.... piensaaa"
Pensamientos que he tenido:
1. Alguien me está gastando una broma y se ha llevado toda mi ropa (bueno la mía, la de mi marido y la de mi hijo)
2. No puede ser que me hayan robado la ropa porque no he salido de casa y aquí no ha entrado nadie.
3. Tengo el vago recuerdo de haberme peleado con la lavadora hace unas semanas
4. Recuerdo así muy borroso que también tuve que llamar a una casa de electrodomésticos para que me explicaran los conceptos básicos de la secadora.
5. Mmm.. Ahora que lo pienso. Creo haber doblado prendas y haberlas depositado en el cuarto de la plancha.
6. ¡Exacto! Ahí está mi ropa.

Muy eufórica me he salido del a cocina y he cruzado toda la casa hasta llegar al dichoso cuarto de la plancha. He abierto la puerta y la desolación absoluta se ha presentado ante mí. Aquello se parecía más a Beirut en los 80 que a una habitación digna de llamarse así. He cerrado la puerta y me he quedado frente a ella (supongo que esperando a que el desastre se evaporara). La he vuelto a abrir pero no...¡¡Los montones de ropa seguían ahí!!.
Desconsolada he llamado a Yentl (es decir mi madre) quien me ha respondido muy en su línea: "Idiota y qué pensabas. ¿Que se iba a planchar sola?". Ante este tono de voz no he sido capaz de replicar y mucho menos explicarle a mi progenitora que no es que no me acuerde de planchar sino que de lo que no tenía la más mínima idea era de cómo funcionaba el centro de planchado que mi kelly me hizo comprar hace unos meses.
En un intento desesperado he estado a punto de vestirme con la ropa de verano. Esa sí que estaba perfectamente doblada y guardada. Pero claro una cosa es que yo esté loca y quiera ponerme manga corta cuando fuera la temperatura no supera los cinco grados y otra muy distinta es que pretenda someter a una criatura de un año a esa tortura.
En un acto de lucidez se me ha ocurrido llamar a mi marido para ver si él había salido en manga corta o había sido tan afortunado que todavía conservaba una prenda de invierno sin arrugas. La respuesta ha sido espectacular: "He abierto el armario. He visto que no tenía ropa. Me he puesto la camisa que llevaba ayer. Hace media hora me he ido a Sprinfield y me he comprado otra". (Otro día comentaré el efecto que ha provocado en mi escuchar el nombre de esa franquicia).
No creais que no se me ha pasado por la mente hacer lo mismo que mi medio y salir a buscar algo que ponerme. Sin embargo me ha invadido un amor propio absurdo y extraño que me ha llevado a sacar las instrucciones del centro de planchado y ver cómo diablos funcionaba el aparato en cuestión. La verdad es que 20 minutos después seguía sin enterarme de nada. Sólo me ha quedado claro el concepto de agua en el calderín y pulsar tecla roja.

Proceso de Planchado

Primero: Enciendo tele. Pongo dibujos animados. Meto a niño en el parque. Le doy una galleta.

Segundo: Saco la tabla de planchar. Intento abrirla. No puedo. Lo vuelvo a intentar. No se abre. Me cago en su familia y le doy una patada. Misteriosamente mi pie toca una palanca y la tabla cede.

Tercero: Pongo agua en la plancha. La enchufo. Veo tecla roja. Aprieto. Bien... parece que funciona.

Cuarto: Empiezo a navegar entre pilas y pilas de ropa. En un arranque de amor propio selecciono diez prendas.

Quinto: Elijo un modelito para el niño y empiezo a darle con la plancha. Todo bien. Las arrugas desaparecen.

Sexto: Cojo unos vaqueros para mí e intento plancharlos. Error. Los tejanos tienen vida propia y los camales se me empiezan a escurrir por los laterales de la tabla. Maldigo y reniego. Los pantalones no obedecen. En un acto práctico plancho solo la parte de arriba. Total... ¿quién me va a mirar las piernas?

Séptimo: Tengo lo sudores de la muerte pero aún me quedan 7 prendas. Heroicamente cojo una blusa y me pongo manos a la obra. Patético. Realmente patético. Si plancho el cuello por un lado se me arruga por el otro. Si plancho el derecho de las mangas se me arruga por el otro lado. Si aplico vapor en la espalda, los botones se me quedan hechos un moco. La blusa se desplaza por la tabla sin piedad. Después de 20 minutos persiguiendo a la prenda con el vapor deja de estar arrugada. Cierto. Ahora parece un moco.

Octavo: Hace dos horas que estoy en esta habitación y solo he conseguido medio desarrugar tres prendas y media. Admítelo. Lo tuyo no es esto. Mi orgullo me lleva a intentarlo con un jersey pero enseguida mi cerebro me ha obligado a soltar la plancha.

Noveno: He metido la mano en uno de los montones de ropa. He sacado un jersey (arrugado, si). Me he puesto los vaqueros a los que parecía que les hubiera pasado un trailer. He arreglado al niño. He vuelto al cuarto de la plancha y he cogido al toro por los cuernos.

Décimo: He metido los kilos de ropa en bolsas. He colgado esas bolsas rollo "sin hogar" en las asas de carro de mi hijo y me he plantado en la puerta de la tintorería más con pinta de haber robado las prendas que de ser su dueña. En cualquier caso una amable chica se ha brindado a tener mi ropa lista para mañana al mismo tiempo que me ha aconsejado: "Debería contratar a alguien para este trabajo".
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Los que me conocen en la intimidad asocian a mi peculiar carácter muchas frases y expresiones. Una de las más habituales en mi persona especialmente en invierno es esta: "¡Joder. Hace tanto frío que tengo los pezones como chinchetas!". Y ciertamente los tengo así mientras que escribo este post porque, después del vídeo y de los dos grados que hay en el exterior no puedo tenerlos de ningún otro modo.
Quisiera aprovechar estas líneas para dar las gracias a América por haberme enseñado:

1. Que los tíos tienen pezones
2. Que también se les ponen duros como chinchetas incluso al sol
3. Que se puede quitar el polvo de casa con esta parte del cuerpo (nota personal: Despedir a la que limpia)
4. Que si te lo propones, con un simple caramelo de menta puedes ver los pezones de esa mujer tan tremenda que sube en el ascensor contigo cada mañana.

¡¡Gracias USA por este glorioso descubrimiento!!
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No hay nada como estas fechas para que Iberia, Spanair o cualquier de sus primas hermanas te monten un pollo aéreo y acabes teniéndote que ir de vacaciones en un medio de transporte muy diferente al que habías escogido en un primer momento. Y como no podía ser de otro modo, sí, me ha tocado a mí. Cabreada como una mona por el palo que supone meterse cinco horas en un tren con una criatura de 15 meses (que anda por todas partes y que no comprende que la tapicería de los asientos NO se mastica) me abandono a la aventura.
Llevamos 45 minutos de viaje. El niño ha lamido el suelo, los cristales, la tapicería. Ha corrido arriba y abajo por el pasillo. Ahora pretende colgarse de la estantería que hay sobre nuestras cabezas. Su padre sale en mi auxilio y se lo lleva a la cafetería. Momento relax... Un minuto, dos minutos, tres minutos. ¡Mierda me estoy meando! Voy al baño, abro la puerta, la cierro tras de mí, me bajo los pantalones, las bragas... ¡Joder lo que faltaba! ¡La regla y yo sin bolso!
A ver pensemos que no cunda el pánico. Miro a mí alrededor en ese amplísimo baño que Renfe pone para sus viajeros. Tiro de una palanca... nada. Tiro de otra... cleenex. En plan desesperado me planteo hacerme un apaño con los pañuelos de papel pero después lo reconsidero. Es una guarrería. Veo un pequeño armarito. Lo abro esperanzada... Papel higiénico. Joer los viajeros de Renfe deben ser cagones y mayores de 55 años por lo que veo. Ni una triste compresa que tirarse a la boca, oiga.
Con resignación me dispongo a hacerme un apaño vía pañuelos de papel. Estoy en una postura lamentable (pierna aquí, pierna allá) cuando mis ojos atisban un pequeño compartimiento un poco más abajo de esa cosa que en el tren se han empeñado en llamar lavabo. Meto mis zarpas en una pequeña ranura que hay y... ¡OH milagro aparecen unos tampax! ¡¡Aleluya!!.

PRIMER PENSAMIENTO: Espero que NO estén usados.
SEGUNDO PENSAMIENTO: Imbécil cómo van a estar usados si vienen con el envoltorio de origen
TERCER PENSAMIENTO: Sí pero hay gente muy cerda. Todos conocemos a alguien capaz de cualquier cosa.
CUARTO PENSAMIENTO: Usado o no... No hay más cera que la que arde.
QUINTO PENSAMIENTO: De perdidos al río (from the lost to the river)

Bien ahí estoy yo tampax en mano dispuesta a realizar una tarea tan sencilla y rutinaria como ponérmelo. Error...

Primer Problema: Llevo los tejanos a la altura de la rodilla (cualquiera osa a ponerlos a la altura de los tobillos. A saber qué habrá en ese suelo). Imposible separar las piernas lo necesario para adoptar postura cómoda.

Primera Solución: Me coloco toda la ropa de nuevo. Me quito las botas y me subo en la tapa del váter (yo no piso el suelo con los calcetines ni de coña).

Segundo Problema: La cabeza toca en el techo, razón por la que adopto la postura del Jorobado de Notredam mientras que intento quitarme los tejanos. ¡Agotador!. Los calcetines resbalan sobre la superficie de la tapa del inodoro.

Segunda Solución: Me quito el jersey y lo pongo debajo de mis pies sobre la tapa del váter (¡Qué asco en cuanto llegue a casa lo desinfecto con salfuman!)

Tercer Problema: Aunque me he quitado los pantalones sigo sin encontrar la postura adecuada para lo que había subido a estas alturas. No sé dónde colocar las piernas. Apoyo la punta del pie sobre el lavabo. Gracias al espléndido estado de la red ferroviaria de este país, el tren pilla un bache y mi cara va a dar directamente contra el espejo.

Tercera Solución: Apoyo las manos a ambos lados de la pared mientras que sostengo el envoltorio del tampax con los dientes. Chica lista.

Cuarto Problema: Si trato de mantener el equilibrio con las manos... ¿Con qué cojones se supone que me voy a poner el tampón? Bien tal vez el bache sea casual...

Cuarta Solución: Quito las manos de la pared. Rasgo el envoltorio del tampax pero justo cuando voy a tocarlo me doy cuenta de algo...

Quinto Problema: No voy a tocar el tampax con las mismas manos con las que acabo de apoyarme en las paredes de ese vagón infecto.

Quita Solución: Me agacho un poco hasta llegar al jabón (suerte que hay) y me lavo las manos. Vuelvo a posición original: La grulla sobre el váter.

Sexto problema: Tampax abierto en perfecto estado a punto de entrar en contacto con mi cuerpo. ¡Joder otro bache! Tampax que se desplaza, se me clava en la ingle y se aplasta. Profundo lamento.

Séptimo problema: Nuevo trozo de algodón listo para inserción. Proceso casi finalizado. ¡Potopom, otro bache! Objeto en diagonal en mi interior. Profundo dolor. Grito desesperado y recuerdo de los antepasados de las jodidas vías del tren.

Octavo problema: Tercer y último tampax patrocinado por Renfe. Este entra bien por mis cojones. Apoyo los pies contra el inodoro y... ¡¡Allá va!! Curva a la izquierda pero yo no abandono el intento. Me va la vida en ello. ¡Zas! 1'73 de tía contra la puerta del baño. Mi cuerpo en contacto directo con el suelo (¡¡¡horrorrrrrr!!!). Golpean la puerta desde fuera. Voz femenina que me pregunta si estoy bien. Respondo que sí mientras intento vestirme con la mayor dignidad posible e intentando olvidar que mi piel ha estado en contacto con ese suelo lleno de vaya usted a saber qué.

Solución a todo lo anterior: Cuando vayas a este tipo de aseos.... ¡Lleva siempre el bolso preparado!

Regreso a mi asiento. Pongo el culo sobre la tapicería y doy un salto. Mi marido me observa con cara de ("pobrecita cada día se te va más la olla") mientras que mi hijo me ha confundido con un teleñeco y se parte de risa. Vuelvo a intentar sentarme. Otro pinchazo (advertencia de que el último de mis recursos femeninos tampoco está bien puesto).

Solución: Regreso al baño. Saco al demonio de mi interior. Arranco un montón de pañuelos de papel de su contenedor y me hago un apaño. ¡¡Dios mío cómo me tengo que ver!!.
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Hace un par de noches conversaba con un tipo en un Chat. Después de ver que en las cinco primeras frases de nuestro encuentro no aparecían las palabras "zorra, follar, caliente y puta" pensé que tal vez tuviéramos una posibilidad. El hombre en cuestión tenía 34 años (o al menos eso dijo) y era de Zaragoza. Durante bastante rato hablamos de cine (comercial USA, por supuesto) de libros (best sellers), de política (poco porque a las dos frases llegamos a la conclusión que ni él me iba a convencer a mí ni yo a él). Poco a poco me fui entusiasmando porque además el tipo en cuestión tenía sentido del humor y cierta agilidad mental.
Casi en el instante en el que empezaba a recuperar mi fe en el género chatero la oscuridad se cernió sobre nosotros:
- Me gusta mucho la montaña. Aprovecho los fines de semana para hacer senderismo. Por aquí hay rutas muy buenas- dijo él.
- Lo sé. Hace años recorrí algunas. Hay paisajes preciosos por allí- respondí tratando de no caer en mi afirmación: "Aunque yo prefiero la playa cien mil veces antes"
- ¿Sí? Pues es una lástima que estamos tan lejos. Podríamos quedar algún día
- Claro aunque no sé si con esta edad mía aguantaría ese ritmo de caminar. Además no tengo chirucas.- bromeé
- ¿Qué son chirucas?-
- ¿Cómo que "qué son chirucas"?- respondí en tono jocoso pensando que el tipo se estaba quedando conmigo.
- Sí. No sé lo que son- se empeñó en insistir
- Unas botas para caminar por la montaña- sentencié totalmente desconsolada ante el hachazo emocional que acababa de sufrir y, por supuesto, volviendo a perder mi fe en el género chateril.
Él siguió hablando en un vano intento de arreglar la cosa que, evidentemente, había muerto. Mientras tanto yo me limitaba a pensar: ¡Coño qué rara soy!
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Esta mañana, mientras desayunaba, he asistido asombrada a la conversación entre un grupo de madres que llevan a sus hijos a un colegio cercano. El tema después de un largo puente no era otro que: El sexo.
La verdad es que no tengo ni idea de cómo la conversación ha derivado hacia la pregunta que ha reclamado toda mi atención:

Madre 1: Porque vosotras seguro que alguna vez para quitaros a los maridos de encima habéis fingido un orgasmo, ¿verdad?_ ha preguntado con el mismo tono con el que pides la hora a un anciano que pasea por la calle.

Silencio absoluto hasta que Madre 2 rompe el silencio: "No. Yo con mi José nunca he fingido". Tímida carcajada de una servidora al ver la cara de la mujer en cuestión que venía a decir algo así como "Miénteme Pinocho, miénteme..."

Madre 1: "Pues he leído en algún sitio que eso lo hacemos todas y que además ellos no se dan ni cuenta".

Carcajada sonora mía y mirada de reprobación de Madre 3 que está justo en frente mío y que, aunque no se atreva a confesarlo, ha fingido. ¡Vamos si lo ha hecho! Nadie puede llevar esa cara teniendo una vida sexual satisfactoria por mucho lunes que sea.

Madre 1 ha seguido con su defensa del orgasmo fingido hasta que Madre 3 y Madre 4 han empezado a asentir con la cabeza.

Mientras pagaba y escuchaba divertida cómo Madre 5 confesaba que ella "lo hacía con frecuencia y Rafa tan contento" no he podido más que observar la escena cuando madre 2 ha preguntado estupefacta "Y eso cómo se hace".

A continuación he sacado un bolígrafo de mi bolso y en una servilleta de papel he anotado: "Deberías ver Cuando Harry encontró a Sally. Así lo entenderás todo". De camino hacia la salida del bar he colocado la servilleta y una tarjeta con mi nombre sobre la mano de Madre 2.

Madre 2. Por si acaso no encuentras la película pero sí has sido capaz de encontrar este blog... Esto es para ti

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Están instalando una pista de hielo al aire libre justo al lado de casa. La idea es original si tenemos en cuenta que la temperatura media de este sitio durante casi todo el año es de 22ºC. Esta mañana, mientras que dejaba a mi hijo en la guardería he pasado por delante del gran pedazo de hielo este que, según me ha comentado uno de los obreros que estaba allí, estará lista antes de Navidad. Después de observarla durante unos segundos han venido a mi mente mis experiencias con el hielo.

Marzo 1987. Andorra: Adolescente no muy ligera de peso intentando mantener el equilibrio sobre los esquíes. Resultado: Gorda rebozada en nieve.

Febrero 1989: Teruel: Adolescente igual de pesada que dos años antes haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse derecha en el remonte. Resultado: Gorda llevándose por delante a dos niños bonísimos.

Diciembre 1990: Formigal: Adolescente medio mujer, esta vez SIN kilos de más vestida monísima para arrasar en la pista. Monitor tremendo y bronceado. Compañera de cursillo igual de tremenda y bronceada. Iniciamos conversación sobre literatura. Resultado: Colgamos los esquís y nos ponemos moradas de chocolate (ella) café (yo) en el bar.

Diciembre 1991: Baqueira: Universitaria de primer año tonta del culo codeándose con la Familia Real. Otra vez monitor bronceado y tremendo. Yo totalmente concienciada que este año SI voy a esquiar por fin. Tremenda ventisca. Pistas cerradas. Al bar a tomar algo caliente. Pijo catalán con moto de nieve. Pijo ve a pija. Largos paseos en moto. Los esquís ¡Ni tocarlos! Padres cableados. Temen por integridad de niña. No se fían del guapito de la moto. Su preocupación SÍ tenía fundamento:)

Diciembre 1992: Baqueira: Universitaria más tonta que el año anterior. Más Familia Real. Clima espléndido. Cargo esquís. Ascenso a la pista. Monitor espantoso. Ninguna distracción a la vista. Sin escapatoria. Hago mis primeros pinitos sobre la nieve. No me deslizo grácil como una pluma. Voy cayendo rollo hipopótamo con botas de pescar. Pino. Otro pino. Elevación en la nieve. Más pinos. Valla de protección. ¡¡Tremendo golpe!! Resultado: Cuerpo lleno de morados y hazmerreír de un grupo de niñas suizas a las que les deseo almorranas del tamaño de gremlins.

Diciembre 1993. Baqueira. Universitaria madura. Troley llena de libros. Sosiego, paz y tranquilidad en la cafetería con impresionantes vistas hacia aquellos que han nacido para esquiar. Abro la primera página de "El Club Pickwick". Me enamoro de Dickens y descubro a un montón de clásicos del XVIII.

Diciembre 2006: Observo la pista de hielo. Sonrío divertida. Siempre me interesaron los desafíos. Espero que este lleve distracción incorporada :)
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Puedes hacer cualquier cosa que te propongas. Puedes llegar donde tú desees. Sí, incluso a se lugar, a ese futuro que siempre has deseado. Sólo son necesarias dos cosas: Creer en uno mismo y tener disciplina. Pero... ¡Es precisamente ahí donde radica el problema!
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Mi abuela solía decir que la limpieza podía matar. En el caso que nos ocupa la higiene no nos ha matado pero nos ha dado un buen susto.

Esta mañana terminando de vestir a mi hijo para salir a dar un paseo. Después de ponerlo "matador y arrebatador", como de costumbre he ido al cuarto de baño a buscar la colonia con la que perfumarlo que no embadurnarlo como hacen muchas madres (sí, esas que rebozan al niño en colonia hasta el punto de no saber si tienes a un bebé entre los brazos o si acabas de entrar en un local de bailarinas exóticas a juzgar por la confluencia de aromas que inhalas).
Allí estaba la criatura sentada en el carro esperando a que su madre le diera las pinceladas aromáticas de rigor. He girado el tapón de plástico y he dejado caer un poco de líquido en mis manos. Le he repartido la colonia por su cuerpo y he cerrado la botella. Mientras iba a ponerme los zapatos, como cada día, le he dado a la criatura el envase de plástico de su colonia más que nada para que no se ataque mientras ultimo los detalles de nuestra salida y compruebo que no me dejo elementos esenciales como la Visa Oro, la PDA, las llaves amén de la mochila con sus cosas.
Mientras que estaba en el dormitorio terminando de abrocharme las zapatillas he escuchado un gorgoreo sospechoso seguido de un terrible aullido (señal inequívoca de que algo le estaba sucediendo al enano). No tengo ni idea de cómo he salido de la habitación porque las únicas imágenes que ahora recuerdo son estas:

PRIMERO: El niño estaba rojo como un tomate y chillaba como si se hubiera terminado de comer una caja de chinchetas.

SEGUNDO: Le he preguntado: "Cariño ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?" (Absurda actitud de madre por otra parte porque todo el mundo sabe que los niños de 14 meses que lloran y berrean al mismo tiempo NO suelen contestar a este tipo de preguntas)

En un esfuerzo por comprender lo que le estaba sucediendo a mi pobre hijo he intentado sacarlo del carro. Lo he desatado y, justo en el instante en el que iba a sacarlo, el arma del crimen ha caído justo a mis pies. ¡¡La botella de colonia!! (Abierta, por supuesto). Consciente entonces de que el niño se acababa de meter entre pecho y espalda un trago de alcohol para el que aún le faltan 15 años más o menos(sí, soy una madre de hoy y sé que el niño probará estas cosas a edades en las que yo todavía... en fin.. ese es otro tema. Con el niño berreando entre mis brazos me he agachado para recoger el cuerpo del delito. Al tenerlo frente a mis ojos lo he girado y efectivamente, ahí estaba el teléfono de ayuda. Este hecho me ha tranquilizado bastante por dos motivos: 1. El problema de Adrià me lo iban a solucionar con una llamada. 2. Esta no era la primera vez que algo así sucedía puesto que el número venía impreso en la botella de antemano (Sí, muy tranquilizador todo).
Con las manos temblorosas (no por el momento que estaba viviendo sino porque la criatura pesa una cosa mala) he marcado el teléfono en cuestión. Un tono, dos tonos (¡mierda en este país no trabaja nadie!), tres tonos... amable voz de señorita.
- Si esto... verá... mi hijo acaba de beberse su colonia.
- Bien...
(¿Cómo que bien, zorra? ¡¡Se le debe estar cociendo el esófago!!- he pensado mientras que intentaba mantener la calma)
- ¿Sabe cuánta cantidad ha ingerido?
- No tengo ni idea. Le he dejado la botella CERRADA (este punto había que remarcarlo no vaya a ser que me quiten la custodia del niño por mala madre)mientras me terminaba de vestir. Pero no creo que haya sido mucho. La botella estaba casi vacía y aún queda algo.
A continuación han llovido sobre mi oído infinidad de órdenes, consejos y sugerencias que he ido anotando una por una en la libreta que tengo junto al teléfono. Agradecida y emocionada (a lo Lina Morgan pero más en plan telefilme navideño yankee, véase Cheryl Ladd) he colgado y me he puesto manos a la obra.
Justo en el mismo instante en el que trataba de seguir los consejos de esa mujer he caído en la cuenta de que la encantadora tiparraca NO debía tener hijos o de lo contrario jamás me hubiera sugerido: "Haga que el niño tome un poco de leche".
La criatura completamente escarmentada y dolorida por lo que acababa de sucederle se ha negado a abrir la boca. Mientras no dejaba de llorar me miraba con cara de: "El biberón te lo puedes ir metiendo por el culo, wapa porque yo no abro la boca ni de coña). Lo he intentado por las buenas. ¡Lo juro! Pero el niño es inteligente y de un manotazo ha enviado el biberón al suelo. Así es que (todo por la salud del enano) he tenido que recurrir a los métodos tradicionales. He cogido el biberón, le he tapado la nariz (es cruel, lo sé pero no había otra salida) y le he enchufado la dosis que le iba a aliviar.
Después de diez minutos he comprobado dos cosas:
1. Que había más leche en el suelo y encima mía que en el interior del cuerpo de mi hijo.
2. Que el joven había dejado de llorar síntoma inequívoco de que o bien se estaba muriendo o de que todo había pasado ya.
He colocado al niño de pie en suelo (rollo test de alcoholemia) y he comprobado que se sostenía perfectamente sobre sus dos piernas y que hasta caminaba en línea recta. He repetido el experimento cinco veces hasta que se ha empezado a llorar de nuevo (aunque creo que esta vez era de aburrimiento por la pesada de su madre.
Pocos minutos después se ha quedado dormido tipo: "Qué ciego más tonto he pillado". Alarmada he llamado al médico quien me ha explicado que no le pasaba nada a la criatura al tiempo que me ha sugerido entre carcajadas "que le dejara dormir la mona". Como una buena niña he hecho caso del profesional y he permitido que el crío descansara a pierna suelta todo el tiempo que le diera la gana (lo que se ha convertido en más de cuatro horas). Se ha despertado con los ojos enrojecidos y una mirada tipo: Necesito un par de paracetamoles y cinco dosis de vitamina B. Por supuesto, NO le he proporcionado nada de esto. En su defecto le he ofrecido más leche que, esta vez sí, se ha dignado a beber.
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Releyendo "Trilogía de Nueva York" de Paul Auster me he encontrado con la siguiente frase que me apetecía compartir con vosotros: " Amar las palabras, tener interés en lo que se escribe. Creer en el poder de los libros. Esto supera todo lo demás..."
No sé si es correcto este planteamiento. Desde luego estoy convencida de que en el mismo instante en el que empiezas a creer en aquello que escribes se producen pequeños cambios a tu alrededor. Detalles insignificantes pero suficientes para no hacerte desistir en el empeño creativo.
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Acabo de leer en el BOE ( más conocido como El País ) que la famosa escritora Patricia Cornwell cree haber esclarecido uno de los principales misterios de los últimos cien años: La verdadera identidad de Jack El Destripador. Según la célebre novelista, que se ha gastado nada más y nada menos que la calderilla de cuatro millones de dólares en su investigación, el más famoso de los asesinos en serie se llama Walter Richard Sickert ( reconocido artista y pintor de la época).
No voy a poner en tela de juicio las averiguaciones de esta señora porque hay que reconocer que cuatro millones de pavos son mucha pasta. Sin embargo y, dada mi afición por el romanticismo histórico en este tipo de acontecimientos, seguiré defendiendo mi versión y por supuesto la de otros. El tipo que acabó con la vida de varias prostitutas en Whitechapel me da a mí que de pintor tenía poco ( por muy macabras que fueran las obras del amigo Sickert). Tenía mucha más pinta de pertenecer a ese lado oscuro, siniestro e interesante sector de la Familia Real Inglesa. Además, según la imagen que ha brindado Scotland Yard sobre el posible rostro del famoso asesino ( cosa que ha sido posible con la aplicación de las últimas tecnologías o con un tipo puesto de whisky de malta hasta las cejas), Jack tiene más aspecto de un noble inglés que de un bohemio artista.
En cualquier caso, sean cuales sean los resultados de esas pruebas de ADN que la señora Cornwell está realizando para mí Jack siempre estará aquí: En el lado oscuro
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Hola de nuevo a todos. En primer lugar agradecer vuestros mails interesándose por mi persona tras comprobar que en varios días no había publicado ningún texto. Tranquilidad. No me ha pasado nada, ni he desaparecido, ni cosas por el estilo. He estado desconectada de la red por voluntad propia. Necesitaba oxigenarme un poco, cargar baterías y volver a enfrentarme con mis blogs con mejor talante. Asi es que ya podeis suspirar aliviados. En breve volveré a la carga con mis historias. Saludos y gracias a tod@s por vuestra preocupación:)
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- Yo soy mi propio Dios- dijo mientras observa su rostro en el espejo. - Crearé mi mundo y me apartaré de aquel que no sirva a mis intereses- susurró al tiempo que una misteriosa sonrisa se dibujaba en sus labios...
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Salgo de casa a las ocho de la mañana. El aire frío de este día lluvioso me golpea en la cara. Sin embargo hoy no necesito nada para despertarme. Sólo ha sido necesaria una pregunta para que todo se aclarara:

- ¿A qué tienes miedo?- ha preguntado él con una sonrisa encantadora que hubiera desarmado a cualquier otra mujer
- A lo que voy a dejar en el camino por intentar conseguir lo que quiero- he respondido con firmeza al mismo tiempo que me sorprendía de las palabras que estaban saliendo por mi boca
- Si consigues lo que quieres, ganas. Si ganas, eres feliz. Si eres feliz la balanza se inclinará cada vez más hacia el otro lado y lo que te retiene aquí dejará de pesar- ha sentenciado él mientras me observaba con sus intensos ojos marrones.
- Si soy infeliz tendré una vida infeliz. Si tengo esa clase de vida, la acabarán padeciendo los que están a mi lado. Los que están a mi lado me quieren. Los quiero. Vendrán a donde yo vaya. No hay motivo para no ser feliz. Nada me retiene aquí. Todo me empuja al otro lado del sendero. Sí, ahí es a donde debo ir- he murmurado mientras me levantaba del sillón y aspiraba el aroma del otoño.
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Esta mañana me he descubierto llorando en la consulta del psiquiatra….
Pensaba que esto era lo que se hacía cuando al final te decides a visitar a un médico de estas características pero, la verdad, jamás imaginé que yo iba a ser una de esas personas. Me costó mucho admitir que necesitaba la ayuda de un profesional. Siempre he creído que la solución a los problemas reside en uno mismo pero, ¿qué sucede cuando ni si quiera sabes cuál es el problema? Eres consciente de que te encuentras mal. Cada tarea de la rutina diaria se convierte en una carga. Cuando estás al lado de la gente a la que quieres hay algo que te impide disfrutar de ello. En cierto modo, hasta te molestan.
La primera vez que te sucede algo así no le das importancia. Sueles recurrir a expresiones del tipo “estoy muy estresada”, “estoy pasando por un momento duro en el trabajo”. Pero un día, te levantas y te das cuenta de que se te han terminado las excusas. No es posible que el estrés, el trabajo, la familia te tenga sumida en ese estado permanente de tristeza y desespero.
Al principio y, por no dar el brazo a torcer, te automedicas. Empiezas de forma suave probando la medicina natural. Te hinchas a tilas, valerianas y otras mezclas de plantas aromáticas que, ni por asomo, evitan que dejes de sentirte mal. Ni si quiera logras el profundo sueño que todas ellas teóricamente garantizan en las cubiertas de sus envases y, mucho menos, dejar de pensar. Así es que, una tarde, haciendo acopio de valor, te presentas en la consulta del médico de cabecera. Este, por supuesto, te da la receta mágica. Garabatea dos o tres nombres en un papel de color verde con el que te presentas en la farmacia y… ¡sorpresa!... la joven que te atiende te asegura que con lo que te acaban de recetar no te vas a enterar de nada. Llegas a casa, te das una ducha, cenas algo y te diriges casi con reverencia hacia la caja de las pastillas. Una… dos… tres… Esa es la dosis exacta. Te vas a la cama y cuando recobras la conciencia son las nueve de la mañana. “Bien…” piensas. Por lo menos he logrado descansar. Pero, justo en el mismo instante en el que vas a felicitarte por la eficacia de la química y por tu sabia decisión de haber acudido al médico, una losa oprime tu pecho. Te falta el aire, la vida.
Ahora te sientes mucho peor que después de beberte las infusiones porque, después de la química, tus pensamientos están bloqueados, tu capacidad de análisis es mínima y te sumes en otra absurda rutina. Te levantas, pastilla para espabilarte. Te acuestas, pastilla para relajarte. Y así pasan días, semanas, meses… Es cierto que, en un primer momento, te sientes mucho mejor, básicamente porque parece que no tengas pensamientos. Todo va bien… todo funciona hasta que, un día, rompes a llorar. Intentas parar pero te desesperas. Una tristeza muy profunda te invade y no tienes ni idea de dónde ha salido. Los que te quieren intentan consolarte pero tú aún te agobias más porque eres incapaz de explicarles el motivo de tus lágrimas. ¡Qué puñetas vas a explicar!
Al final logras calmarte. Te serenas. Te sientas en la soledad de tu despacho. Repasas el último año de tu vida. Un asco, ¿verdad? Por tu mente circula la posible solución pero te niegas a aceptarla. ¡Yo no necesito un loquero! Pero sabes que sí. Alguien tiene que ayudarte. Una persona totalmente ajena a ti y que sea capaz de ver el problema desde fuera. Te cuesta tomar la decisión pero al final acudes a la consulta de ese hombre. El primer día alucinas un poco porque, al contrario de lo que pensabas, no te dice nada, no te recomienda nada. No has parado de hablar durante cuarenta y cinco minutos pero sales de allí con la sensación de haber hecho el idiota. Sin embargo, a la semana siguiente, regresas a tu cita con él. Realizas tu monólogo particular, le das las gracias, pagas y te vas. Así una semana, otra y otra.
Esta mañana, cuando faltaban poco más de diez minutos para terminar la sesión, me he puesto a llorar. Es curioso porque hablábamos de libros (sí, he logrado que el psiquiatra interactúe en mi soliloquio). Las lágrimas han fluido sin rubor alguno y a partir… el gran berrinche. Él me ha ofrecido la caja de pañuelos de papel que siempre está sobre su mesa. Yo he seguido llorando sin consuelo. Segundos antes de que finalizara mi terapia de hoy le he mirado a lo ojos y de mi boca han salido estas palabras: “Vivo sola así es que voy a divorciarme”. Una amplia sonrisa ha iluminado su rostro. Me he levantado de la silla. Le he dicho que no pienso volver más. He salido a la calle, he llamado al trabajo y me he despedido…
Ahora estoy sentada en un café planificando mi futuro.

Nota: Este relato NO es autobiográfico
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Hace un tiempo (no mucho malpensados) me dio por probar nuevas experiencias en el terreno sexual. Después de comentar el tema con el ser que comparte vida con mi persona (un depravado de mucho cuidado y al que adoro) decidimos dar rienda suelta a lo que pasaba por mi siniestra, perversa y siempre creativa mente.
La primera de las opciones que consideré fue la de practicar sexo con otra mujer (¡Alabado sea el Señor!). Así es que nos pusimos manos a la obra. En aquellos días (bonita frase bíblica por cierto) nuestro círculo de amistades, que por supuesto hemos cambiado, no era el más adecuado ni para este tipo de proposiciones ni mucho menos para las prácticas. Teniendo en cuenta que residíamos casi en el tercer mundo (Creedme. Hay ciudades en la costa de este país absolutamente espeluznantes) las posibilidades de encontrar lo que buscábamos eran mínimas por no decir inexistentes.
Por fortuna, Internet ya existía en aquellos tiempos (disculpadme pero por alguna extraña razón hoy me persigue la Biblia) y optamos por realizar la búsqueda en un Chat que solíamos frecuentar. Después de varias horas (muchísimas en realidad) encontramos a una mujer sin complejos, malos rollos mentales y dispuesta a satisfacer mi/ nuestra curiosidad.
Como suele pasar en estos casos primero hubo sexo telefónico que, por cierto, funcionó de maravilla y después de unas semanas pasamos a la "cruda" realidad y al riguroso directo. Quedamos con ella (llamémosla Chari) una tarde de sábado. Nos parecía mejor quedar a tomar un café primero y ver cómo iban las cosas antes de entrar en materia. La verdad es que la cosa fue genial. Chari era una mujer muy extrovertida y con las ideas muy claras con respecto al sexo. Desde el primer momento en que nos vimos hubo muy buen rollo entre nosotras. Esto nos permitió pasar del café a las cervezas, de ahí a la cena, las copas, el baile, el tonteo y, of course, ¡¡la cama!!.
La verdad es que yo pensé que las cosas iban a ir de otro modo pero después de ir a casa a tomar la última copa (¡Adoro esta mentira!) tuve que ir urgentemente al baño. Cuando salí (no tardé más de dos minutos, lo juro) ya había empezado el festival en el dormitorio. Me quedé observando la escena y decidí unirme a la diversión.
El tonteo previo fue estupendo (prometo contar más tarde los detalles escabrosos en un post en el blog de LadyBourbon ) el calentamiento posterior fue espectacular y poco a poco la ropa empezó a desaparecer de nuestros cuerpos. Yo estaba extasiada pero debo confesar que NO estaba preparada para lo que iba a suceder a continuación.
Allí estaba yo absolutamente ensimismada, metida en harina y con la lengua en la mismísima campanilla de Chari cuando se me pasó por la cabeza que esa parte de mi persona, o sea la lengua, pasara a explorar otras zonas del pequeño cuerpo de aquella mujer. Sin pensármelo dos veces di rienda suelta a mis deseos. Mi boca pasó por su cuello, sus pechos, sus pezones, su ombligo, sus ingles.
Justo en el mismo instante en el que empezaba a comprender expresiones como "extrasensorial" o "de la ostia" mi boca fue atacada por un ente peludo para el que, ni por el forro, estaba yo preparada. Durante unos segundos pensé que tal vez, en mi pasión desmedida, me había desviado del cuerpo de aquella mujer y estaba lamiendo la manta de rasilán de la cama. Palpé levemente la zona con las manos y me cercioré de que eso NO estaba sucediendo. Efectivamente NO me estaba comiendo la manta. ¡Genial!. Feliz como una perdiz al comprobar que no me había equivocado de ruta proseguí con mi frenética actividad. La felicidad duró solo unos segundos. El tiempo que mi mente tardó en hacer la siguiente pregunta: Si no me estoy comiendo la manta y sigo teniendo esta cosa peluda en la lengua... ¿Dónde coño se supone que he metido la boca?
Para mi desgracia tuve a bien abrir los ojos (que por supuesto había mantenido cerrados casi todo el tiempo para disfrutar la intensidad del momento). El panorama que se descubría ante mis pupilas, a escasos centímetros de ellas para ser exactos, fue espeluznante. A pesar del tiempo que ha transcurrido aún no he logrado encontrar las palabras exactas para describir aquello. Intentaré hacerlo ahora con toda la finura de la que sea capaz................................................................................................................
Lo siento. No puedo.

1. Tenía delante de mi cara el coño más peludo que había visto en mi vida. ¡Por dios! Mira que he contemplado mujeres desnudas (en el colegio, en la playa, en el gimnasio...) pero aquel Alien y yo no nos habíamos encontrado jamás.
2. Cuando tuve conciencia de dónde estaba metida, mi cerebro gritó: ¡Sal de ahí cagando leches! y eso fue precisamente lo que hice o, al menos, lo intenté.
3. Aunque ella, o sea Chari, estaba en pleno momento de éxtasis debió de intuir mi huida porque justo en el instante en el que yo decidí sacar mi boca de allí, ella me cogió la cabeza con una fuerza sobrehumana impidiéndome la escapada.
4. Viéndome atrapada en semejante situación pensé aquello de... "Pongo a Dios por testigo que No voy a morir esta noche y menos asfixiada en un parrús" por lo que consideré que mi única escapatoria era darle un mordisco a la susodicha para ver si así me soltaba de una vez.
5. En un puro acto de supervivencia (¡¡lo juro!!) abrí la boca para darle el bocado de la muerte a aquella señora. Cuando iba a cometer aquel sublime acto algo tiró de mi impidiéndome cerrar la boca y acabar con aquello.
6. ¡Joder se me han enredado los pelos del chirri de esta tía en el piercing que llevo en la barbilla! ¡Joder, joder, joder!. ¡Voy a morir!
7. Angustiada y aterrorizada porque el Alien aquel parecía hacerse más grande cada vez empecé a aceptar la cruda realidad. Aquello terminaría si yo lograba que aquella mujer alcanzara el éxtasis pero claro, para ello, debía volver a poner mi lengua... en fin ya os hacéis una idea.
8. Totalmente entregada a la causa iba a ponerme manos a la obra cuando la salvación apareció ante mi persona en forma de frase tipo: " Tira con fuerza la cabeza hacia atrás. Lo peor que puede pasar es que pierdas el piercing"
9 Dicho y hecho. Entre aquellos matojos encontré el aire suficiente para respirar hondo y tirar con toda la fuerza de la que fui capaz.
10. Uno, dos, tres... ¡Rasssssssssssssssss! Al mismo tiempo que yo apartaba mi cara de aquel ente maligno, Chari había decidido soltarme la cabeza. Gracias a la fuerza que yo había sacado Dios sabe de dónde salí despedida hacia el otro lado de la cama de manera que, obviamente, fui a parar al suelo no sin antes golpearme en la cabeza con la puerta del armario.
Después todo fue negro. Al despertarme vi la cara descompuesta de mi marido y, por supuesto la de Chari.
- Menos mal... Ya despierta. ¿Estás bien?- preguntó el ser que vive conmigo con una pregunta en el rostro tipo (qué ha pasado)
- Eh...- fue todo lo que pude decir. Tenía los labios hinchados si, como si me los hubiera anestesiado.
- Pobrecita. Qué susto nos has dado- dijo Chari
"¿Susto yo, cabrona? ¡Susto tu coño selvático sin depilar!" pensé sin atreverme a decir nada por miedo a que se me cayera la lengua a trozos al intentar hablar.
- ¿Seguro que estás bien?- Volvió a preguntar mi señor esposo mientras me incorporaba.
- Siehhh....- susurré
- Bueno ya ha pasado todo. No sabes cómo nos las hemos tenido que ver para despertarte- afirmó Chari con rostro preocupado.
- Sí- sentenció Señor Esposo.- Aunque aún nos queda la peor parte- dijo al mismo tiempo que no podía evitar empezar a morirse de risa
- ¿Qué parte?- murmuré temiéndome lo peor
- ¡Sacarte esa mata de pelos que se te ha quedado enredada en el piercing!- gritaron los dos al unísono entre carcajadas....


Nota: El texto no lleva foto por motivos obvios (imagen demasiado grande)
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Acabo de encontrar un interesante resumen sobre una de las obras más emblemáticas de Skakespeare: " Romeo y Julieta se conocieron en una sala de chat, pero su relación terminó trágicamente cuando a Julieta se le cayó la red"

¡Espectacular!
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Hoy quiero compartir con todas aquellas personas que se dedican a la escritura la siguiente reflexión que acabo de encontrar en la web de Juan José Millás

"... conviene sacarse punta cada mañana, pese al espanto de ver cómo se agota uno. Lo complicado de sacarse punta es saber cuánto te tienes que afilar para escribir lo suficientemente claro sin romperte antes de que hayas acabado la novela o la vida..."
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Nota: Los hechos que se narran a continuación son verídicos. Sucedieron el 14 de marzo de 2002. Fueron explicados meses más tarde por su protagonista y han pasado a ser parte de este blog por aclamación popular.


En ocasiones la pereza te puede llevar a situaciones impensables. La siguiente historia es producto de un ataque de "vagancia suprema"...

A las seis y cuarto, como cada día, sonó el despertador. La persona que comparte cama conmigo apagó la máquina infernal, giró el cuerpo y me dio el tradicional beso de buenos días que yo siempre recibo entre gruñidos y ronquidos varios. (Sinceramente, a esas horas, no tengo el coño pa farolillos). Al escuchar sus idas y venidas mientras se vestía me di cuenta de que me meaba toda pero, como cada mañana, decidí apretar las piernas, "arrebujarme" bajo el nórdico y aguantar un poco más.
A las ocho y media, como cada mañana, un tremendo dolor de barriga me despertó (síntoma indiscutible de que o bien iba al baño o podía explotar allí mismo). Me levanté de un salto y corrí hacia el aseo. Como cada mañana, me dejé caer de golpe sobre la taza del váter y me reñí por ser tan rematadamente vaga y aguantar hasta esos extremos. Satisfecha la necesidad urgente que me había llevado hasta allí, como cada mañana me levanté del váter.... ¡¡¡Pues noooooo!!
En el mismo instante en el que mi trasero se despegaba de la porcelana en la que había estado reposando se escuchó un crujido, una especie de "crackkkk". A continuación un dolor indescriptible se apoderó de mi zona lumbar (comúnmente denominada "los riñones"). Sobresaltada por lo que acababa de sucederme intenté volver a la posición de origen (Recordemos: Sentada sobre la taza del váter) pero, al intentar mover el primero de los músculos el dolor volvió a sacudirme. "Bien", pensé, "si no puedes ir hacia abajo tal vez puedas ir hacia arriba". Intenté hacer la operación anterior pero esta vez tratando de ponerme erguida. ¡¡Ni de coña!!. Aún no había empezado a moverme un intenso pinchazo me recordó que no era en absoluto inteligente seguir adelante con esa idea.
Así es que ahí estaba yo que no podía ir ni para arriba ni para abajo. Bueno, tal vez pudiera ir hacia adelante. Levanté el pie derecho y sí, caminé pero el tremendo aullido que salió de mi garganta me hizo caer en la cuenta de que aquella tampoco era una buena idea. Mientras permanecía en una postura absolutamente digna de Chiquito de la Calzada cuando grita eso de "Al ataquerrr.." trataba de encontrar el modo de salir de allí y pedir ayuda. A estas alturas ya tenía claro que sola no iba a poder lograrlo.
Eché un vistazo rápido por el cuarto de baño en busca de un sistema para poder andar que no me produjera demasiado dolor. Una de las putadas de los baños modernos y precisamente la ausencia de esta clase de elementos. Traté de alcanzar una banqueta de diseño monísima que tengo en un rincón pero nada de nada. No me había movido ni diez centímetros cuando el dolor se hizo más intenso. Debido a la postura en la que me encontraba (encorvada como una vieja) tenía el campo de visión bastante limitado. En este, ese o aquel (es decir entre lloros, quejidos, lamentos y maldiciones) mis ojos fueron a parar a la fantástica cortina de diseño que estaba colocada en la ducha y que rozaba con los dedos de mi mano izquierda. En unos segundos tracé un plan que consistía nada más y nada menos que en apoyar mis manos en la cortina e ir desplazándome hasta la puerta para poder llegar hasta el teléfono.
Puse la mano izquierda en la cortina y a continuación me giré lentamente (tardé media hora en hacer ese simple gesto) y coloqué también la mano derecha. Ahí estaba yo reptando rollo caracol a velocidad de crucero de dos metros/hora. Estaba absolutamente fascinada con mi capacidad para resolver conflictos cuando escuché un "clinck" sobre mi cabeza al que siguieron uno... dos.. tres... cuatro... hasta diez clincks. A continuación vino el drama.
Mientras reptaba por la cortina ideal y monísima adornada con unos estupendos peces de colores no caí en la cuenta de que aquello estaba diseñado para evitar que el agua de la ducha salpicara el suelo, no para aguantar el peso de una tía de un metro setenta de altura. Así es que al tiempo que yo avanzaba por la espectacular tela, la cortina se iba desenganchando de la barra hasta que al final incluso el fino cilindro de aluminio blanco acabó por despegarse de la pared.
En el mismo instante en el que presentí que me iba a caer al suelo y que no podía hacer nada por remediarlo (nada que no me produjera un dolor espantoso, por supuesto) apliqué la máxima del motorista: "Si ves un agujero en la calzada sigue recto, no trates de esquivarlo). Así es que me dejé llevar. Segundos después y, por supuesto, doscientos cuarenta aullidos más tarde, me encontré estirada en el suelo del baño muy glamourosa eso sí, envuelta por cientos de peces de colores.
Mi instinto de supervivencia me llevó a pedir socorro. Diez minutos más tarde y totalmente afónica caí en la cuenta de que, debido a la construcción de mi humilde morada, nadie iba a oirme. Pero yo no iba a morir aquel día no y menos... ¡En aquel cuarto de baño!. Tras meditar mucho mis opciones escogí la que consideré menos dolorosa y más práctica (aunque humillante). A modo de soldado en maniobras de prácticas traté de reptar por el suelo haciendo que fueran mis brazos y mis codos los que transportaran todo el peso de mi cuerpo. Aquello sin duda dolía. No voy a mentir diciendo que los riñones no me estaban matando. Pero la opción de permanecer rodeada por aquel gresite y esos peces de colores un minuto más estaba acabando conmigo.
Reptando cual babosa moribunda logré alcanzar mi objetivo (tres horas después)... el teléfono del salón. Marqué el número como pude y pedí auxilio. Luego todo se hizo negro... Cuando volvió la luz estaba en la cama con un interesante gotero de corticoides y analgésico jurando que iba a poner una mampara en la ducha y, lo más importante... que jamás volvería a mear estando sola en casa.
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Acabo de ser agredida por una lata de "Callos a la madrileña". He abierto el armario en el que SIEMPRE guardamos las infusiones y los paquetes de café instantáneo a la caza y captura de una bolsita de Earl Grey cuando, salida de la nada, una lata se ha abalanzado sobre mí con la misma furia con la que los de la televenta te cuelgan el teléfono cuando les dices por vez 1.907 que NO te interesa el producto que pretenden endosarte.
En los últimos tiempos tengo un poco complejo de "La pupas" ya que todo me pasa a mí y claro, con el citado objeto metálico, la cosa no iba a ser distinta. He comprobado en mis carnes eso que reza la Ley de Murphy (La tostada siempre cae por el lado de la mantequilla). Pues bien... La lata de callos a la madrileña siempre cae sobre el pie en el que no llevas zapatilla aunque tengas una cocina de 200 metros cuadrados. No importa la postura, ni la fuerza con la que hayas abierto el citado armario, ni si quiera depende de tratar de entender por qué la jodida lata está en un armario en el que JAMAS debería haber estado. Sea como sea no te libras del Murphy este y obtienes como resultado una inflamación en el pie izquierdo de tres pares de narices.
En el mismo instante en el que un dolor más que intenso ha recorrido mi cuerpo he empezado a acordarme de todos los santos, vírgenes y, por supuesto, de mi marido (ser a quien atribuyo la presencia de los putos callos en ese armario y que en vez de reposar en posición horizontal, cosa lógica tratándose de una lata en forma de círculo , había sido depositada ahí a lo loco en posición vertical y lista para atacar en cualquier momento...).
He intentado apoyar el pie en el suelo pero ha sido misión imposible. Por segundos el pie ha empezado a adquirir un preocupante tono sonrosado que más tarde ha dado paso a un alarmante tono morado. Como no había forma humana de salir caminando de la cocina he decidido lo más práctico (al menos en teoría).. Salir a la pata coja. Claro que eso hubiera sido lo inteligente en el caso de ser yo una persona normal y no alguien cuyo menisco derecho está destrozado a causa de una lesión deportiva. Al segundo salto que he dado dejando caer el peso de mi cuerpo sobre la rodilla derecha la caída ha sido descomunal. El hueso en cuestión ha dicho que trabajara Rita así es que mi metro setenta de persona ha terminado estirado en el suelo de la cocina (Tranquilos que he caído con mucha dignidad). Como no sabía si reírme o llorar he optado por lo primero. Después de varios minutos muerta de risa en el suelo he intentado incorporarme con escaso éxito porque cada vez que lograba poner en orden la mitad de mi cuerpo me daba la risa y volvía a caerme. Total que ahí estaba yo a las nueve y media de la mañana jugando a ser Coco el de Barrio Sésamo experimentado la diferencia entre "arribaaaaaa", "abbaaajooooo". Tras media hora de hacer el capullo de esta forma el tema ya no me ha parecido nada divertido así es que he intentado volver a ponerme de pie. Al final lo he conseguido (obvio detallar el momento en el que me he tenido que enganchar a la puerta del frigorífico y a la bandeja del microondas para salir del apuro... Mejor no preguntéis).
En ese momento sublime en el que estaba erguida toda yo ha sonado el móvil que estaba encima de la mesa. Era una amiga que me llamaba para ponerme al día del fin de semana que ha pasado follando (porque lo que me ha explicado no es solo sexo). Como ha notado algo extraño en el tono de mi voz ha preguntado qué sucedía. Después de narrarle la peripecia ha dicho una frase sobre la que todavía estoy reflexionando: "Mireia por Dios siempre pensé que morirías con más glamour. No sé, algo así como asfixiada por toneladas de Caviar Iraní pero NO con que lo ibas a hacer en el suelo de una cocina por culpa de una lata de Callos a la madrileña".
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He recibido el siguiente mail de una amiga:

Anoche salí con mis amigas a una "reunión". Yo le dije a mi marido que regresaría a casa a las 12 en punto.
-"Te lo prometo", le dije. Pero la "reunión" estuvo muy bien, copitas, bailecito, más copitas... y se me fue la hora. Resulta que llegué a casa alas 3 a.m. completamente borracha. Acababa de entrar y el joputa del
reloj cucú hizo 'cu-cu' tres veces. Al darme cuenta que mi marido se iba a despertar por ese sonido, grité '"CU-CU'" otras 9 veces más...
Me quedé tan orgullosa y satisfecha por haber tenido de pronto, aunque borracha, una idea tan buena para evitar pelea con mi marido... Me acosté de lo más tranquila pensando en lo
inteligente y lista que soy. Por la mañana, durante el desayuno, mi marido me preguntó a qué hora había llegado y le contesté que había llegado a las 12 en punto, tal y como le había prometido. Él, de momento, no dijo nada ni me pareció desconfiado. "Qué biennnnn! ¡SALVADAA!" -pensé yo. Entonces él me dijo: "Por cierto...debemos cambiar nuestro reloj cucú". Le pregunté temblorosa, "¿SÍIII? ¿Y por qué, mi amor?"
Y me dijo: "Bueno, anoche el reloj hizo 'cu-cu' tres veces... Luego, no sé cómo, gritó "¡¡mierda!!"... Después hizo 'cu-cu' cuatro veces más... Vomitó en el pasillo... Hizo 'cu-cu otras tres veces... Se partió de la risa, y otra vez hizo 'cu-cu'... Salió corriendo, pisó al gato, rompió la mesita de la esquina de la sala, se acostó a mi lado dando el último 'cu-cu', se tiró un pedo y se durmió..

¡¡Descomunal, sin duda!! Jajaja
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Me estoy intentado reponer de una experiencia extra sensorial y el único método medianamente eficaz que he encontrado para ello es empezar a escribir estas líneas. Esta mañana mi hijo ha tenido a bien amenizarme el desayuno con el pestilente e intenso aroma que desprendía el pañal que le acababa de poner limpio no hacía ni 20 minutos. Ante la disyuntiva de tomarme el café frío y quitarle el emplasto que, sin lugar a dudas, llevaba adosado al culo y beberme la cafeína caliente pero seguir aguantando aquella pestilencia he optado por lo primero. Así es que he cogido al enano en brazos, lo he llevado hasta el cambiador y de forma mecánica he abordado la labor de volverle a poner el trasero en condiciones más saludables.
Primer problema (Sin contar la intensidad del aroma, claro): Mi hijo NO se había hecho caca. ¡Qué va! La criatura ha debido de expulsar a Satán de su cuerpo. El niño no había defecado. No. La mierda (siento la expresión pero es la más adecuada) lo había invadido por completo llegándole al ombligo por delante y hasta los riñones por detrás. Ante esta ingente cantidad de porquería expulsada por el cuerpo de un bebé de un año por supuesto me he cerciorado de si mi hijo seguía respirando después de aquello. Afortunadamente sí…
Segundo Problema: Limpiar el tema. Como yo no pensaba ni por el forro que me iba a encontrar con eso porque NUNCA antes me había sucedido pues he ido a cambiarle con el kit de supervivencia habitual: Toallitas húmedas, pañal limpio y cremita. Dado que el niño se mueve más que la capa de Don Jaime de Marichalar no podía dejarlo solo sobre el cambiador para ir a buscar agua y una esponja porque corría riesgo de caer al suelo y abrirse la cabeza. Luego he pensado que podía considerar la opción de coger a la criatura tal cual y meterla de cabeza en la bañera pero, para poder hacer eso, debía de poner la mano en alguna de las zonas que estaban completamente a rebosar de esa materia apestosa y untosa a lo cual me he negado. Así es que he optado por el método fino (error, gran error). He empezado a sacar toallitas del paquete en un vano intento de limpiar el pastel que tenía ante mis ojos pero aquello, en vez de limpiarse, se extendía cada vez más. Aún así he insistido y se me ha dibujado media sonrisa cuando a la toallita 56 el tema empezaba a aclararse un poco. Tras mucho empeño y esfuerzo he logrado dejar el culo de la criatura como debe estar, le he colocado el pañal, lo he vuelto a vestir y lo he metido en el andador.
Tercer problema: Cuando he regresado a la habitación para recoger “el regalito”, éste había desaparecido. Como el cuarto olía que apestaba he descartado por completo que acabara de soñar aquello así es que me he puesto a buscar el pañal infecto por toda la estancia. ¡Que si quieres arroz Catalina! No estaba en ninguna parte. He salido, he vuelto a entrar, he puesto todo patas arriba pero nada. El pañal se había esfumado. De pronto mi hijo se ha puesto a gritar y a reír a carcajadas. He salido el pasillo y la imagen con la que me he encontrado ha sido descomunal. El niño estaba persiguiendo con el andador al perro, bestia esta que sostenía entre sus dientes el pañal asesino y pestilente que terminaba que arrancarle a mi hijo del culo junto con todo el puñado de toallitas sucias. Lo primero que he hecho ha sido poner a la criatura a salvo en la cocina, cerciorarme de que no había metido ninguno de sus miembros en el pañal y he cerrado la puerta. Luego me he quedado cara a cara con la bestia canina que sostenía la gran cagada entre sus mandíbulas…
Cuarto Problema: Al principio he pensado que ni por asomo le iba a quitar aquello de la boca a la bestia si para ello tenía que tocarlo. Después, cuando he visto con la agilidad con la que el monstruo peludo movía el pañal por todo el pasillo me he dado cuenta que o metía la mano ahí o la caca del bebé iba a pasar en cuestión de segundos del pañal y de la boca del chucho a las paredes, suelo, alfombras y muebles de casa. Y eso sí que no. Inocente de mí he vuelto a entrar en la cocina para coger una bolsa de plástico con la que poder atacar la mandíbula del chucho sin tener que pringarme, mientras que con una mano sostenía al perro por el collar. ¡ Juas. Eso creía yo! Al entrar el plástico en contacto con la porquería del pañal no ha hecho otra cosa que resbalar mientras que el chucho tiraba hacia atrás en un intento de conservar su codiciado tesoro. Cuando me he querido dar cuenta la bolsa de plástico ha caído al suelo y mis dos manos han ido a parar al grueso del pañal. Podría ser muy fina describiendo lo que ha pasado a continuación pero sería demasiado largo. Así es que lo voy a dejar en que me he puesto de mierda hasta las orejas. Al coger el pañal lo he estrujado con tanta fuerza que me ha salpicado toda, amén de llegarme el tema hasta los codos. Al intentar huir del perro para que no volviera a coger su “premio” he resbalado con “algo” que había en el suelo. Y allá que me he ido yo para abajo. Después de lo que me había costado hacerme con esa cosa pestilente no pensaba soltarla ni por el forro así es que ha sido mi barriga lo que ha parado el golpe. (Ya os podéis imaginar a qué altura se me ha quedado el pañal). Después de unos segundos he logrado reponerme no sin antes tener arcadas y morirme de asco ante lo que estaba oliendo más que viendo. Pero aún he tenido tiempo para mirar al perro directamente a los ojos y decirle. “Te he ganado”. He llegado a la cocina como he podido y sin manchar nada ( a parte de mi cuerpo y lo que llevaba puesto). He tirado el pañal tóxico a la basura y me he ido de cabeza a la ducha no sin antes empujar el andador de mi hijo con la punta del pie para que no se quedara solo.
Hace un rato he dejado a mi hijo en la guardería. A pesar de la intensa ducha a la que me he sometido aún me llega el aroma pestilente de la “mascarilla” que ha envuelto mi cuerpo durante unos minutos. Me he tomado un café caliente en el bar al mismo tiempo que rellenaba un boleto del Euromillones ese. Si es cierto eso de que cuando pisas mierda te toca la lotería, yo que me la acabo prácticamente de comer tengo todos los números para que me toquen los cien kilos. ¡Ya os mantendré informad@s!
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Desde hace varios días doña Yentl padece una gastroenteritis aguda, una forma muy sutil y educada de definir las "cagaleras de la muerte" que está sufriendo mi señora madre. Su relación con el señor Roca pasó en el plazo de 12 horas de ser de lo más normal a convertise en un amor incontrolado. Mi progenitora es una mujer de recursos pero resulta que para las enfermedades y otros menesteres que los que seguís este blog ya conoceis es a mí a quien llama.

- Nena, ¿Podrías pasar por la farmacia y que te den algo para la colitis (odio esa palabra)? Es que no me puedo mover del váter-
- ¿Qué te pasa? ¿Has comido alguna cosa que te ha sentado mal?- pregunto yo casi convencida que lo que le sucede es producto de alguno de sus habituales atracones de dulces.
- No no que va. Si ayer comí la mar de sano. Un hervido y una pechuga a la plancha. Por la tarde solo merendé una café con leche con seis galletas- joder´"solo seis galletas"- y a la hora de cenar ya no me encontraba demasiado bien y me tomé un poleo- responde ella con voz compungida.
- Mmm pues es raro que comiendo solo eso estés así ahora. A lo mejor has cogido una de esas gripes intestinales que corren por ahi y que dicen que son malísimas- le digo yo en un intento de apartar de mi mente la visión de mi santa madre frente a la caja de dulces que guarda en el armario y que sabe que le sientan mal.
- No creo que sea eso. Ya me he vacunado- afirma como si eso la librara de padecer todos los males.
- Bueno ahora pasaré por la famarcia y ya te subo lo que necesites-

Alrededor de una hora después me presento en casa de mi señora madre con la medicación que me han dado en la farmacia y una garrafa de agua de ocho litros porque me han recomendado que beba mucho para que no se deshidrate. Obvio describir el estado en el que me encuentro a Yentl. Ya os podeis imaginar cómo está alguien que lleva casi 24 horas sin salir del cuarto de baño (si, mi madre es de las que pide ayuda cuando ya se está muriendo asi es que en el momento que me hace la llamada llevá así casi un dia entero). Lo primero que hago es darle ración doble de las pastillas que me han recomendado en la farmacia y le hago beberse tres vasos de agua. Unos minutos después confiesa que se encuentra algo mejor (no me extraña, pienso yo, con el viaje que te acabo de meter). Al final consigue regresar a la cama y se acuesta. Voy a la cocina a llenarle una jarra con agua para dejársela en la mesilla de noche para que vaya bebiendo y, cuando regreso al dormitorio está durmiendo como un tronco. Dejo el agua, le coloco el movil al lado de la cama, recojo algunas cosas de la casa y la dejo dormir...

Al día siguiente 8'45 A.M: Suena el timbre de casa. Me levanto del escritorio cabreada como una mona porque estaba concentradísima escribiendo un relato. En el trayecto que hay del despacho de casa a la puerta el puto timbre suena veinte veces. El niño se despierta y empieza a llorar. Yo me empiezo a maldecir en todos los idiomas que conozco. Abro y me encuentro con doña Yentl más fresca que unas pascuas y con una bolsa de ensaimadas en la mano.
- ¿Aún estás durmiendo? ¿Por qué llora el niño? ¡He traido ensaimadas para mojar con el café!- Sin darme tiempo a reaccionar entra en casa como un torbellino. Deja las bolsas en la cocina, atraviesa el pasillo y se va a ver su nieto que está como loco con ella. Cierro la puerta intentando procesar todo lo que está sucediendo. La mujer que está en mi casa... ¿es la misma que ayer estaba al borde de la deshidratación?. Me arrastro por el piso sin comprender nada y decido que la mejor opción es la de preparar café. Así es que me pongo a ello.
- ¿Qué te hace la mamá? ¿No te hace caso y por eso lloras?- le pregunta señora madre a mi hijo mientras que le da besos y el niño se tranquiliza.
- No mámá. El niño llora porque lo has despertado con esa forma tuya de llamar como si se estuviera quemando el edificio- respondo con un tono bastante desagradable y muy digno de mí antes de las once de la mañana.
- Hija como en esta casa os levantais tan temprano yo qué iba a saber que la criatura estaba durmiendo- afirma mientras le hace monerías al enano.
- Pues mira por dónde hoy al niño no le había dado por madrugar. Pero bueno da igual. Supongo que tú después de lo de ayer no querrás café, ¿verdad?-
- Mujer un poquito de café mojado con una ensaimadita tampoco me va a matar-
- Haz lo que quieras pero te recuerdo que ayer me llamaste afirmando estar al borde de la muerte y no sé yo si será muy recomendable un desayuno de este tipo para tu estómago-
Por supuesto mi madre hace siempre lo que le da la gana (en eso nos parecemos) y se sirve un tazón de café con leche y dos ensaimadas. Yo lleno la taza solo con café y dejo los dulces para más tarde. Mi hijo está gateando por el suelo de la cocina con una galleta que Yentl acaba de sacar del bolso. Ignoro la cara que debo tener en ese momento aunque supongo que debe ser la que se me pone cuando no entiendo nada.
- Hija. ¿No te encuentras bien?-
- Si yo estoy bien. La pregunta es cómo estás tú- respondo malhumorada
- Estoy muy bien. Ni me enteré cuando te fuiste ayer, Me he despertado a eso de las cinco de la madrugada con mucha sed. Me he bebido casi todo el agua que había en la jarra. Luego me he vuelto a dormir y a las siete ha sonado el despertador. Como me encontraba bien me he levantado y oye, estoy como si no me hubiera pasado nada-
- Mejor, mejor. Se ve que tu cuerpo ha eliminado rápido lo que te había sentado mal- Después de pronunciar esta frase desvío la mirada que hasta el momento tenía puesta en mi hijo que se estaba entreteniendo vaciando el armario de las fiambreras y observo que mi madre tiene una sutil sonrisa en los labios. Me la quedo mirando fijamente y entonces ella empieza a reirse a carcajadas.
- ¿Me lo explicas?- pregunto al mismo tiempo que empiezo a caer en la cuenta de que mi progenitora ha vuelto a hacer alguna de las suyas.
- ¿Qué quieres que te cuente?- dice mientras se esfuerza por disimular la risa.
- Esto de lo que te ríes. Vamos, lo que has hecho esta vez que es tan gracioso- le digo empezando a contagiarme de su risa.
- Vale te lo cuento pero prométeme que no se lo vas a contar a tu hermana porque ya sabes que dirá que estoy loca y todas esas cosas-
- No. No le diré nada- respondo mientras pienso la de aventuras que mi hermana desconoce de su madre debido a su estricto carácter.
- Resulta que hace tres días estaba paseando por el centro con Finín (momia amiga de mi madre) y se nos acercó una chica así de tu edad muy educada y muy bien vestida. Nos dio un papel y nos dijo que en un local al final de esa misma calle iban a dar una charla sobre nutrición. Que era totalmente gratuita y que nos podía interesar porque es muy importante que las personas mayores comamos sano y bien. Como no teníamos nada pensado para pasar la tarde pues decidimos ir a esa charla-
- Pero...- No continuo la frase porque me va a salir un reproche del que más tarde me voy a arrepentir. Así es que la dejo que siga con la historia.
- Llegamos al sitio ese y estaba lleno de gente casi toda de nuestra edad. Al cabo de un rato de estar allí un señor así como de unos cincuenta años se coloca delante de un atril que había en frente nuestra y empieza a explicarnos lo importante que es comer bien. Las propiedades que tienen muchos alimentos y lo buena que es la dieta mediterránea. Cuando termina de hablar otra chica nos explica que su empresa ha desarrollado unos batidos que aportan las vitaminas y las proteinas que las personas mayores vamos perdiendo con el tiempo. Y nos da un folleto para que lo leamos-
- Mamá....-
- No no, tranquila. Esta vez no hemos comprado nada. Pero resulta que después de la charla hacía bastante calor y al fondo de la sala servían bebida fresquita. Era gratis (afirma igual de emocionada que un niño). Así es que Finín y yo nos bebimos dos batidos de esos tan fresquitos. Y oye estaban buenos. Además la chica fue tan encantadora que nos dio unas muestras para que lo probáramos un par de días en casa-
- Y no se te habrá ocurrido hacerle caso, ¿verdad?-
- Pues mira la verdad es que cuando llegué a casa por la noche no tenía nada de hambre y pensé mira qué bien. Si resulta que lo del batido este va a ser bueno y todo. Al día siguiente a la hora de merendar me apetecía algo fresco y me preparé otro batido de esos. Pero hija yo no sé si fue al mezclarlo con las galletas o la tomarme el café después que me puse malísima-
- Pero a ti cómo se te ocurre tomarte ninguna porquería de esas. ¿Sabes la mierda que lleva todo eso? Además con la de alergias que tienes a tantas cosas. ¡Te podrías haber muerto! Mira por suerte sólo te han dado unas cagaleras pero más días te tendrían que haber durado porque eres peor que un niño. Haces como los del inserso. Como es gratis.. hale aunque sea veneno.-
- Mujer pero si estaba buenísimo y además la chica decía que era tan sano..-
- Y qué quieres que te diga. Que te está vendiendo porquería. ¡Por Dios, madre!- Mientras le estoy pegando la bronca observo que ella está abriendo el bolso y que no puede controlar la risa. Saca un par de sobres del interior y me mira.
- El caso hija... el caso es que yo te había traído los que sobraban por si querías...- No puede terminar la frase. Empieza a reirse a carcajadas mientras que yo hago lo mismo al darme cuenta que lo que tiene en la mano son los restos de las muestras de los batidos. Nos reimos hasta llorar. De ese modo tan peculiar en nosotras. Mi hijo se une a la fiesta. Lo cojo en brazos, le doy un beso y aprovecho que me he levantado para tirar a la basura el batido milagroso.
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Observo desde el sofá los primeros pasos de mi hijo. Es curioso ver cómo primero afianza el equilibrio y solo adelanta uno de sus pies cuando está convencido que de podrá realizar esta tarea. Sin embargo tiene más confianza en sí mismo que capacidad para caminar porque se va al suelo sin remedio. Casi siempre cae de culo y después de unos segundos en los que se dedica a mirarme, reirse y hacer palmas vuelve a la carga. Apoya las manos en el suelo, flexiona las rodillas, levanta el trasero y se coloca otra vez en posición horizontal listo para volverlo a intentar. No importa las veces que su pequeño cuerpo se desequilibre. Su reacción es siempre la misma. Es tenaz, perseverante y convierte algo complejo en un simple juego.
Quisiera ser como él. Deseo permitirme el lujo de caer una y otra vez sin que ello merme mis fuerzas ni cause heridas en mi interior. Ahora que he caido solo ansío tener el valor que leo en sus ojos para ponerme en pie. Poder reirme y hacer palmas si mis huesos dan de nuevo con el abismo y lograr convertir en un simple juego algunas de las putadas que la vida nos tiene reservadas.
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La primera vez que escuché la frase "las cosas de ahora ya no son como las de antes" no logré entender su significado exacto. Con el tiempo creía haber captado la esencia del sentimiento que se encierra en esas palabras pero, sin duda alguna, esta mañana ESE concepto ha tomado cuerpo y forma ante mis ojos.
En los últimos tiempos estoy haciendo más gilipolleces de las que son habituales en mi persona. No sé si se debe a que ya soy un año más vieja (33 primaveras, otoños o putos inviernos según me encuentre cuando me levanto por la mañana) o a que me están puteando tanto en el entorno laboral que mi castigada mente busca huidas a todas horas.
El caso es que anoche, cuando me encontraba en pleno ataque bulímico tipo "me estoy comiendo todas las bolsas de cheetos que pillo por los armarios de la cocina y sé que después me voy a sentir fatal por ello", mis huntosos dedos dieron con un pequeño sobre al fondo de la bolsa. Sin dudarlo un segundo lo saqué y lo rompí con la misma intensidad que una niña abre sus regalos de Navidad.
Después de varios segundos peleándome con el envoltorio de plástico conseguí extraer de él un pequeño trozo de cartón. Lo desplegué y cuál fue mi sorpresa al advertir que se trataba de una calcamonía. Comprobé con una rápida lectura que el sistema de pegado de la cosa esta en cuestión seguía funcionando igual que hace 20 años. Así es que hice lo propio. Le quité el papel protector del adhesivo, coloqué la calcamonía en contacto sobre la piel del brazo izquierdo y, al estilo de mi tierna infancia, le di un par de lametones al cartón de la parte superior (nada de delicadezas de meter el brazo debajo del grifo: Una buena calcamonía necesita ser lamida. La última frase hay que leerla sin la mirada sucia que ya os conozco).
Unos minutos después lucía en el brazo un espléndido dibujo de una de las supernenas. Me paseé por toda la casa luciendo ese pedazo de calcamonía para mofa, cachondeo y comentarios diversos de mi marido. Mientras veía las noticias después de cenar no dejaba de observarla. Sé que es una gilipollez pero mira me dió por ahí.
Hoy mientras desayunaba una terrible sensación me ha invadido. Al mirarme el brazo he descubierto que a la supernena ¡¡¡ le faltaba la mitad del cuerpo y la cabeza!!. Convencida de que estaba alucinando he cerrado los ojos y he contado hasta veinte. Pero al volverlos a abrir.. ¡¡Horror ahí estaba de nuevo la supernena medio decapitada y amorfa!. Aún conmocionada he llamado a mi marido:
- Esto... esto... ¿Anoche sucedió algo que por alguna razón yo no recuerdo a estas horas de la mañana?
- Si sucedió algo de qué- ha respondido él con un tono de voz que me invitaba a dejar de decir gilipolleces de forma inmediata.
- No sé. Algo- he dicho yo abusando un poco más de la ya conocida escasa paciencia del ser que vive conmigo.
- Anoche te quedaste dormida en el sofá. Te desperté. Fuiste como un zombie hasta el dormitorio y te dejaste caer sobre la cama. Eso es todo. ¿Por qué?-
- La supernena está medio decapitada y deforme. Está que da pena verla- le he dicho y he colgado sin esperar respuesta.

He ido al baño, he cogido un trozo de algodón, lo he empapado de alcohol y he empezado a pasarlo por lo que quedaba del dibujo al tiempo que repetía una y otra vez: "Vaya mierda de calcamonía. Pues sí que hacen hoy en día bien las cosas. Qué ha sido de aquellos dibujos de Dartacan o Mazinger Z que aún bañándote no se iban de la piel a menos que tu madre te frotara con el estropajo. Desde luego, las cosas de ahora ya no son como las de antes".
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Mi amiga Alicia me acaba de "complicar" el domingo haciéndome partícipe del siguiente meme: Responde a este cuestionario con títulos de canciones de un solo autor.

Pues vale. Allá vamos.

- ¿Eres hombre o mujer?: A woman in love

- Descríbete: A piece of sky

- Qué sienten las personas cerca de ti: Simple pleasures

- Cómo te sientes: Second hand rose

- Cómo describirías tu anterior relación sentimental: You'll never know

- Describe tu actual relación con tu novio/pretendiente: Happy days are here again

- Dónde quisieras estar ahora: Somewhere

- Cómo eres respecto al amor: Just one lifetime

- Cómo es tu vida: Everything must change

- Qué pedirías si tuvieras un solo deseo: Ordinary miracles

- Escribe una cita o frase famosa: The way we were

- Despídete: On my way to you

Bien pues aquí están mis respuestas. El nombre de la persona que canta estas canciones es cosa vuestra adivinarlo. Con las pistas que he dado es fácil. ¡Suerte!
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Las 16'45: Llamada rutinaria a Yentl

- Madre, ¿cómo estás?- (No es que le hable de usted a la que me dio la vida pero sí que utilizo esta expresión con ella en ocasiones)
- Muy bien, muy bien. Estoy tomando café en casa con unos chicos. ¿Querías algo?-
- No, no. Nada. Sólo saber cómo estabas- respondo con el mismo tono de voz que cuando Elliot encontró a ET en el garaje de su casa- Si estás bien nada. Ya hablaremos mañana. Besos!

Cuelgo el teléfono al mismo tiempo que pienso qué coño está haciendo mi madre "tomando café con unos chicos". No es que sea de esas que piensan que una jubilada de 73 años no pueda tener vida propia y hasta affaires de todo tipo. Simplemente me sorprende la utilización del término "unos chicos", palabras que resuenan en mi mente más a secta suicida que a la de un grupo de personas con las que mi madre se relaciona de forma habitual. De todos modos, como la preocupación no forma parte de mi carácter, después de unos segundos me he olvidado por completo del tema y doy por supuesto que Yentl está en perfecto estado.

18'30. Suena mi movil. Señora madre al aparato

- ¡Hija me acabo de comprar una enciclopedia que además viene acompañada con una colección de Cd's para conocer los pueblos de España. Sólo comprando esto me regalan una batería de cocina, una asadora de vitrocerámica y, ahora viene lo bueno... ¡¡Un sillón de masajes!!. Antes es que no podía hablar porque estaba tomando café con esos chicos que me han vendido estos libros interesantísimos y que vas a heredar, claro-
- Madre. Las enciclopedias YA no se usan. Hay una cosa que se llama Google que sirve para todo. Además, ¿para qué cojones quieres una colección de DVD's sobre los pueblos de España? ¿Has visto alguna reposición del programa de Labordeta y vas a recorrer el país con la mochila en la espalda?. Eso sí.. El sillón de masajes diles que me lo traigan a casa. ¡Me hace ilusión!- digo al tiempo que sonrio entusiasmada y doy saltitos.
- ¡Ni hablar!. El sillón ese es lo que más quiero de todo esto. Pero estate tranquila que la enciclopedia y los "devedés" serán para ti- Vuelvo a pensar que para qué cojones quiero yo esos libros pero, a estas alturas de la conversación sé que no tengo nada que hacer ante la tozudez característica de mi madre.
- Bueno. Mañana ya nos veremos y te lo cuento todo.
- De acuerdo. Hasta mañ...- Ni tiempo me da de contestar. Si no fuera la madre que me parió sería capaz de afirmar que está a punto de bajarle la regla de la emoción que le produce la sola idea de tener un sillón de masajes en el inmeso salón de casa.

20'15. Llego a casa y le explico a mi marido la última aventura de doña Yentl. Para aquellos que no conozcais al señor que comparte vida conmigo os diré que es la versión catalana del Doctor House. Todo ternura.
- ¿Que tu madre dices que ha hecho qué?-
- Comprarse una enciclopedia con la que le regalan...- Le enumero uno por uno los fantásticos regalos que le han prometido con la compra de la absurda colección.
- ¿Y cuánto dice que va a pagar por eso?- Adoro ese momento tan catalán
- Chico ni idea. No se lo he preguntado-
- ¡¡La están timando!!- Grita y brama al mismo tiempo que yo descuelgo el teléfono para hablar con mi progenitora.
- Mamá. Vuélveme a explicar lo de la enciclopedia- Mientras pronuncio estas palabras espero que mi progenitora no empiece a pensar que he tomado algún tipo de droga que me impida recordar algo que ya me ha contado tres veces (Es cierto. Solo me ha llamado una vez pero se repite tanto cuando habla que cualquier historia narrada por ella se puede convertir en una mini serie de televisión de cinco capítulos). Yentl vuelve a la carga con toda la historia de nuevo al mismo tiempo que yo me esfuerzo en repetirle a mi marido la conversación palabra por palabra.
- ¡Que no firme nada! ¡Que no firme nada!- brama él con divertidos aspavientos
- Madre que dice Emilio que no firmes nada-
- ¡Pero si ya he firmado un contrato!- confiesa ella entre risas
- Emilio que dice mi madre que ya ha firmado un contrato-
- ¡Es un timo, es un timo!- vuelve a repetir él

En un momento de lucidez de los que suelo tener bastante pocos suelto el auricular del teléfono y se lo doy a mi marido para que se apañe con mi madre. Me siento cómodamente en el sofá y observo la escena...

- A ver. ¿Qué ha hecho?- Dios mío no podré soportar una nueva explicación de los hechos pero Yentl que tiene más paciencia que un santo le cuenta al ser que vive conmigo toda la película otra vez.
- ¿Y qué le van a cobrar por eso?- pregunta él con ese adorable tono sibilino que emplea cada vez que hace referencia a la pasta- ¿Queeeeee? ¿Cuántooooo?- Ahora la que se sobresalta son yo. - ¿Dos mil euros?- Cojones dos mil pavos por los pueblos de España que nos importan tres puñetas porque al 85% de ellos no pensamos ir NUNCA
- Mañana a primera hora se va usted a la oficina del consumidor y les enseña el papel que le han hecho firmar para que la asesoren porque seguro que eso es un timo. Después se va al banco y les dice que no le carguen en cuenta ni un sólo recibo de esa empresa-
- Pero si me regalan una batería de cocina, una parrilla de vitrocerámica y un sillón de masajes. Es una empresa seria- Logra responder mi madre medio aturdida ante la energía de su yerno.
- Le están dando una mierda- Ahí está. Esa es la diplomacia de mi marido. - Le regalan una bateria roñosa que no vale más de 40 euros. Además, ¿cuántas baterías tiene en casa?. La parrilla esa no vale más de 100 euros y el sofá me juego lo que quiera a que no cuesta más de 300 euros. ¿Le regalan cosas por valor de 440 euros y le cobran dos mil por unos libros de mierda que no sirven para nada?. ¡Eso es el timo de la estampita!-
- Que no que no. Que los chicos eran muy simpáticos y es una empresa muy seria que tiene sede en... - Silencio de Yentl durante varios segundos. - Bueno ahora no recuerdo dónde pero me lo han dicho. Además ahora no puedo decir que no porque igual me demandan porque ya he firmado el contrato- (Yo ya hace diez minutos que me estoy muriendo de risa en el sofá ante la conversación que se está produciendo. Me entenderiais mejor si conocieseis a estos dos personajes).
- No la van a demandar. En cualquier situación tiene 15 días para devolver un producto o para decir que no lo quiere. Hágame caso. -

Los dos siguen enzarzados un rato con la misma conversación hasta que al final mi santa madre accede a las sugerencias de mi marido.

Hoy martes a las 10'45 Yentl aparece en el café en el almuerzo.

- Calla, calla. Qué disgusto. Vengo de la Oficina de Atención al Consumidor. Aún tengo los pelos de punta- La miro a la cara y está muy pálida.
- ¿Qué ha pasado?-
- Nada que he ido allí, les he explicado lo que me había pasado, me han hecho rellenar unos impresos y me han dicho que ellos tramitarán la anulación y que no me preocupe por nada-
- Entonces, ¿por qué te has disgustado?-
- Pues porque la chica esta tan amable que me ha atendido me ha dicho que cómo se me ocurre abrir la puerta a nadie y mucho menos dar mi número de cuenta bancaria a unos desconocidos. Que hay una secta que entra en tu casa, te tira un spray que te duerme y te vacían el piso sin que te des cuenta. Mientras me lo explicaba me he sentido como una tonta porque ahora he caido en la cuenta de que me pidieron que les preparase café y yo los dejé solos en el piso para ir a la cocina. ¡Dios mío lo que podría haberme pasado!- Observo cierto terror en el rostro materno.
- Tranquila. No ha pasado nada y otra lección que te has aprendido. No abrir la puerta a nadie.- Después de decir esto he caido en la cuenta de que podría haberme metido la lengua en el culo antes que soltar una frase tan poco reconfortante como esta pero ya era tarde.
- Sí, sí es cierto. Pero no sé qué me pasó. Tú sabes perfectamente que jamás le abro la puerta a nadie pero con estos chicos es como si me hubiesen drogado. - A lo mejor lo hicieron realmente y no te acuerdas de nada, acierto a pensar yo pero ni se me ocurre abrir la boca en esta ocasión. - Sí que es verdad eso de muriendo y aprendiendo- afirma Yentl casi al borde del llanto.
- No pasa nada. Ahora ya está. Solo tienes que controlar que no te carguen ninguna cuota en la cuenta bancaria y listos. No lo pienses más, ¿vale?-
- Eso es lo que voy a hacer. ¿Te puedo pedir una cosa?-
- Claro. Lo que quieras- Sonrío totalmente convencida de que lo peor ya ha pasado.
- Como el día de Nochebuena es mi cumpleaños, ¿me regalarás un sillón de masajes?-
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Hace exactamente un año a esta misma hora Adrià llegaba al mundo y esa fue la primera imagen que su padre y yo tuvimos de él. Con su nacimiento pusimos fin a muchas cosas (fiestas desmadradas, viajes inesperados, largas siestas hasta las nueve de la noche...) Sin embargo ahora mismo somos auténticos expertos en:
1. Cambiar pañales
2. Lavar tetinas y biberones
3. Golpear la espalda para lograr el ansiado eructo
4. Coger a tiempo una toalla para que el vómito no ensucie el sofá
5. Colocar los libros en la estantería para mantener el papel a salvo de la dentadura del enano
6. Poner los muebles de forma estratégica para que no pueda trepar por ellos
7. Quitar las pilas del mando a distancia de la tele para que no nos someta a escuchar los dibujos animados por encima de los cuatro mil decibelios...

A lo largo de los últimos doce meses hemos visto cómo lograba su primera sonrisa consciente (que por supuesto me la hizo a mí que para eso soy su madre y la que tuvo que sufrir para sacarlo), cómo se convertía en el socio número 132.397 del FC. Barcelona (su padre y yo lo subimos hasta el Camp Nou uno de los días que más frío ha hecho en los últimos trescientos mil años). También vivimos su primer día de guardería con tan solo tres meses (lo siento pero yo no podía estar más tiempo en casa tocándome el aquello). Con la guardería llegó su primer resfriado, las primeras noches de tos hasta el amanecer, los interminables jarabes y supositorios...
Luego llegaron las papillas saladas, las dulces, las pedorretas con la boca llena de esa sustancia que tardas cuatro duchas y media en sacártela del pelo. Las primeras palabras ("atatita" y "mamá" como no podía ser de otro modo). Su primer corte de pelo (bueno más que corte fue un afeitado en toda regla. Cuando salíamos a la calle parecíamos de una secta los tres con una ligera pelusilla), sus primeros dientes (las noches enteras sin dormir poniéndole calmante en las encías), el primer baño en la piscina (decomunal, sin duda), el día que se arrancó a gatear y comprendimos que NO tendríamos ni un solo minuto de tranquilidad en casa hasta dentro de 20 años. La cosa empeoró bastante el día que se puso de pie y empezó a dar sus primeros pasos. Ahora mismo camina rollo E.T pero ¡¡coño qué rapidez tiene para hacer maldades!!
Como vereis, estos 365 días han sido agotadores pero, sin lugar a dudas, volvería a pasar por todos y cada uno de ellos.
¡¡Per molts, anys. Adrià!!
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Me acabo de encontrar con esta peculiar noticia en El País : "Los astronautas del Atlantis pierden varias herramientas".
¿Cómo que pierden herramientas? ¿Han sido capaces de superar las duras pruebas físicas y psicológicas que la NASA organiza para los osados que van al espacio y no saben dónde han puesto el martillo?. Sigo leyendo y me encuentro con lo siguiente: "... El astronauta Joe Tanner trabajaba en la instalación de una nueva pieza de 17 toneladas cuando se le escapó de las manos un tornillo y una arandela que flotaron sobre la cabeza de su compañera Heidemarie Stefanyshyn-Piper.."
Me muero de risa. Vamos a ver. Este tipo es capaz de resolver ecuaciones de cuatrocientas líneas de extensión y... ¿se le escapa un tornillo y una arandela?. Es cierto que un fallo lo puede tener cualquiera pero este hombre está entrenado precisamente para NO fallar en la única misión que tenía en el espacio que no era otra que la de colocar ESE tornillo y ESA arandela. Imagino la cara que se le ha debido quedar al Jefe que coordina la misión desde tierra. Creo que es la misma que la que tiene un compañero mío de trabajo que se tragó el rollo de que este año la selección española de fútbol llegaría a la final del Mundial y aún se está recuperado del susto contra Francia.
Intento mantener la calma mientras sigo adelante con la lectura de esa noticia pero no he podido evitar la tentación de enviar el enlace a mis compañeros y empiezo a oir las primeras carcajadas. Hombre la cosa es divertida pero empiezo a preocuparme cuando todo el personal está muerto de risa. Concentro toda mi atención de nuevo en la noticia y el párrafo siguiente hace que comprenda el descojone generalizado: " Los administradores de la NASA tratan de determinar si el tornillo perdido podría representar un problema. Los escombros espaciales pueden ser peligrosos si penetran los muros de la estación espacial o los trajes espaciales. Este incidente no es nuevo. En julio, la tripulación del transbordador espacial Discovery perdió en un paseo espacial una espátula de 35 centímetros de largo, que se alejó flotando en el espacio".
- ¡¡Arrepentíos. El fin está próximo!!- grito desde mi despacho. - ¡Vais a morir por culpa del payaso este que ha perdido un tornillo y una arandela que, casualmente se van a depositar en un conducto de la estación espacial haciéndola salir de su órbita y que, con la suerte que tenemos, seguro que nos cae encima!-
Risas y más risas en el despacho. El cachondeo va en aumento. En un arranque de cordura corro hacia el office en el que solemos tomar café y almorzar. Arranco un trozo de papel de aluminio y me lo coloco en la cabeza. Sí. Exacto. Tengo la misma patética imagen que los protagonistas de "Señales" (Ver foto, por favor). Pero si a ellos les sirvió para protegerse de los invasores alienígenas, seguro que a nosotros nos protege de la cagada espacial del yankee en cuestión.
He sido recibida por mis compañeros entre vítores y aplausos. Después de dar la vuelta de rigor por las diferentes estancias y el cachondeo ha sido total he regresado a mis dependencias habituales. Me he sentado frente a mi escritorio y he observado divertida cómo mis compañeros desfilaban uno por uno hacia el office. Mientras escribo este post estoy segura de que todos ellos guardan un gorro de papel de aluminio en algún cajón de su mesa.
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Anoche fui víctima de un suceso paranormal. Después de poner en todo en orden en casa (niño, correo, notas de escritura...) decidí encender la caja tonta un rato con la sana intención (lo confieso) de ver el partido de la selección española. En realidad me importa tres narices lo que haga el equipo en cuestión pero siempre viene bien ver algo de comedia antes de ir a dormir. Después de los primeros quince minutos de juego soporífero de los españoles y preveyendo la goleada, decidí darmne una vuelta por los canales de pago. Cogí el mando en cuestión y para allá que me fui.
Le di a la tecla de la "guía" y después de considerar diferentes opciones elegí una serie con la que torturarme. Pulsé el "ok" y allá que me apareció el capítulo de la semana. Me estaba acomodando en el sofá cuano apareció otro canal en la pantalla del televisor. Sonreí y pensé. "Seguro que acabas de chafar el mando con tu enorme trasero". Me moví un poco y comprobé divertida que, efectivamente, el trasto en cuestión estaba justo debajo de mi culo. Volví a seleccionar el canal que quería ver pero, en esta ocasión no de dio tiempo ni a soltar el mando. Después de unos segundos apareció en pantalla un canal distinto. "Me cago en to lo que se mueve. Qué cojones pasa". Estas frases y otras similares empezaron a salir de mi boca. Me levanté del sofá apagué el decodificador y lo volví a encender. Obtuve el mismo resultado.
Cabreada como a una ejecutiva a la que le acaban de quitar la Visa Oro empecé a aporrear mando y decodificador al mismo tiempo. Sí. Todos sabemos que en circustancias racionales es absurdo golpear nada para intentar arreglarlo. Pero hay que tener en cuenta dos cosas: PRIMERA. Yo muy racional no es que sea SEGUNDA. Me estaba perdiendo mi hora de tele diaria (y eso sí que no). Un ruido en la habitación de al lado (mi hijo que protestaba con un ligero llanto por el escándalo que estaba armando) me obligó a serenarme.
De regreso al sofá decidí que lo mejor sería quitarle las pilas al mando a distancia y elegir directamente desde el decodificador el canal que quería ver. Así es que me senté en el suelo, me peleé un rato con las teclas negras que además son todas iguales y al final conseguí mi objetivo: ¡La puñetera serie en pantalla. Éxito total!
Sonrisa de satisfacción, repantingamiento en el sofá, intento de captar el argumento del capítulo de hoy... Canal+ 2... Cinemania... Viajar...Disney Channel... Cinemania30....Axn... ¡¡¡Dios esto se ha vuelto locooo!
Mirada de perplejidad al mando a distancia (recuerdo que sin pilas). Mirada de alucine al decodificador (recuerdo que lo he reiniciado quinientas veces). Mirada de inquietud a la estancia en la que me encuentro. Apagón completo de la tele. Mirada de terror a la oscuridad que me rodea.
Intento buscar una explicación racional a lo que sucede y, en un esfuerzo titánico cruzo a oscuras el salón, el pasillo, abro la puerta de casa, llamo a la vecina y le pregunto si ella tiene algún problema con el satélite. Respuesta negativa. Todo es felicidad en casa de los vecinos y, por supuesto, están viendo la serie, MI serie.
Deshago el camino andado y me siento a oscuras (aún no sé por qué) en el salón. Intento razonar e incluso reirme de lo que está sucediendo. La tele se enciende de nuevo y echa por tierra todas mis teorías racionales. Decididamente: ¡Hay fantasmas en casa!. Me levanto, saco a mi hijo de la cuna (si van a llevarse a alguien no lo van a tener tan fácil). Con la criatura a cuestas atravieso de nuevo el comedor, entro en el dormitorio, cierro la puerta y nos atrincheramos en él los tres (el perro, el niño y la que suscribe). Agudizo el oido e me cercioro de que toda la casa está en silencio. Como es imposible que me duerma con todo lo que acaba de pasar, cojo un libro e intento concentrarme. Que si quieres arroz Catalina. Mis ojos recorren línea tras línea pero mi mente elucubra con espíritus malignos que juegan con mi televisor, el satélite y, lo que es peor, MI mando a distancia.
Observo a mi hijo en silencio y está tan dormido que da hasta envidia verlo. Apago la luz y me abrazo a él no sin antes haberme cerciorado de que el perro observa la puerta de la habitación.
Esta mañana mientras desayunaba me debatía entre si explicarle esta experiencia a alguien o no. Cuando estaba a punto de decidirme por la segunda opción la estupenda señora colombiana que se encarga de la limpieza y cuidado de mi casa ha aparecido en la cocina.
- Señora que se me olvidó decirle ayer que el niño se escapó con el andador y cuando me di cuenta había echado al váter todos los mandos de la tele. Yo le apliqué el secador pero creo que no marcha bien-
Hace un rato me he comprado uno de esos mandos multiusos y multiaplicaciones y he vuelto a casa con la satisfacción de saber que no habitan en ella misteriosos inquilinos.
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