Escribir... Una forma de entretenerse como cualuier otra, ¿no te parece?

En estos días tan especiales de paz y de amor(SM Don Juan Carlos Dixit)...de consumo desenfrenado y atracones gastronómicos dediquemos un momento a la reflexión, al recogimiento, a la oración...

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Mi kelly (más conocida como "La Ke Limpia") hace casi un mes que está de vacaciones. Se ha marchado a Colombia a ver a su familia dejándome absolutamente desamparada y abandonada a mi suerte. Antes de su partida, la buena mujer me dejó la casa limpísima (vamos podíamos comer en el suelo de cualquiera de los cinco dormitorios) y los armarios con la ropa perfectamente organizada, doblada y, lo más importante, planchada.
Durante las últimas semanas en casa hemos seguido haciendo nuestra vida normal, es decir, como si la kelly siguiera viniendo a diario. Pero esta mañana, un grito desesperado me ha sacado del cuento en el que vivía. Al abrir la puerta del armario del dormitorio he descubierto con horror que ¡no había absolutamente nada planchado en su interior! He corrido al armario del vestidor y la situación aún era más caótica y lamentable.
He regresado a la habitación, me he metido en la cama y me he tapado con el nórdico hasta la cabeza. He cerrado los ojos, he respirado hondo y me he repetido hasta la saciedad: "Es solo un sueño. Esto no está ocurriendo. En cualquier momento vas a despertar". Me he vuelto a poner en pie, he repetido el recorrido pero esta vez se ha escapado de mi garganta un grito desesperado. Tanto que la vecina de arriba me ha llamado al móvil para asegurarse de que no me estaban asesinando.
Aún si creerme del todo lo que me estaba sucediendo me he dedicado a pellizcarme en diversas partes de mi cuerpo hasta comprobar que no sólo me dolía sino que iba a lucir unos morados espectaculares durante los próximos días.
He entrado a la cocina, me he preparado un te, me he sentado en una silla y me he dicho: "Mireia piensa.... piensaaa"
Pensamientos que he tenido:
1. Alguien me está gastando una broma y se ha llevado toda mi ropa (bueno la mía, la de mi marido y la de mi hijo)
2. No puede ser que me hayan robado la ropa porque no he salido de casa y aquí no ha entrado nadie.
3. Tengo el vago recuerdo de haberme peleado con la lavadora hace unas semanas
4. Recuerdo así muy borroso que también tuve que llamar a una casa de electrodomésticos para que me explicaran los conceptos básicos de la secadora.
5. Mmm.. Ahora que lo pienso. Creo haber doblado prendas y haberlas depositado en el cuarto de la plancha.
6. ¡Exacto! Ahí está mi ropa.

Muy eufórica me he salido del a cocina y he cruzado toda la casa hasta llegar al dichoso cuarto de la plancha. He abierto la puerta y la desolación absoluta se ha presentado ante mí. Aquello se parecía más a Beirut en los 80 que a una habitación digna de llamarse así. He cerrado la puerta y me he quedado frente a ella (supongo que esperando a que el desastre se evaporara). La he vuelto a abrir pero no...¡¡Los montones de ropa seguían ahí!!.
Desconsolada he llamado a Yentl (es decir mi madre) quien me ha respondido muy en su línea: "Idiota y qué pensabas. ¿Que se iba a planchar sola?". Ante este tono de voz no he sido capaz de replicar y mucho menos explicarle a mi progenitora que no es que no me acuerde de planchar sino que de lo que no tenía la más mínima idea era de cómo funcionaba el centro de planchado que mi kelly me hizo comprar hace unos meses.
En un intento desesperado he estado a punto de vestirme con la ropa de verano. Esa sí que estaba perfectamente doblada y guardada. Pero claro una cosa es que yo esté loca y quiera ponerme manga corta cuando fuera la temperatura no supera los cinco grados y otra muy distinta es que pretenda someter a una criatura de un año a esa tortura.
En un acto de lucidez se me ha ocurrido llamar a mi marido para ver si él había salido en manga corta o había sido tan afortunado que todavía conservaba una prenda de invierno sin arrugas. La respuesta ha sido espectacular: "He abierto el armario. He visto que no tenía ropa. Me he puesto la camisa que llevaba ayer. Hace media hora me he ido a Sprinfield y me he comprado otra". (Otro día comentaré el efecto que ha provocado en mi escuchar el nombre de esa franquicia).
No creais que no se me ha pasado por la mente hacer lo mismo que mi medio y salir a buscar algo que ponerme. Sin embargo me ha invadido un amor propio absurdo y extraño que me ha llevado a sacar las instrucciones del centro de planchado y ver cómo diablos funcionaba el aparato en cuestión. La verdad es que 20 minutos después seguía sin enterarme de nada. Sólo me ha quedado claro el concepto de agua en el calderín y pulsar tecla roja.

Proceso de Planchado

Primero: Enciendo tele. Pongo dibujos animados. Meto a niño en el parque. Le doy una galleta.

Segundo: Saco la tabla de planchar. Intento abrirla. No puedo. Lo vuelvo a intentar. No se abre. Me cago en su familia y le doy una patada. Misteriosamente mi pie toca una palanca y la tabla cede.

Tercero: Pongo agua en la plancha. La enchufo. Veo tecla roja. Aprieto. Bien... parece que funciona.

Cuarto: Empiezo a navegar entre pilas y pilas de ropa. En un arranque de amor propio selecciono diez prendas.

Quinto: Elijo un modelito para el niño y empiezo a darle con la plancha. Todo bien. Las arrugas desaparecen.

Sexto: Cojo unos vaqueros para mí e intento plancharlos. Error. Los tejanos tienen vida propia y los camales se me empiezan a escurrir por los laterales de la tabla. Maldigo y reniego. Los pantalones no obedecen. En un acto práctico plancho solo la parte de arriba. Total... ¿quién me va a mirar las piernas?

Séptimo: Tengo lo sudores de la muerte pero aún me quedan 7 prendas. Heroicamente cojo una blusa y me pongo manos a la obra. Patético. Realmente patético. Si plancho el cuello por un lado se me arruga por el otro. Si plancho el derecho de las mangas se me arruga por el otro lado. Si aplico vapor en la espalda, los botones se me quedan hechos un moco. La blusa se desplaza por la tabla sin piedad. Después de 20 minutos persiguiendo a la prenda con el vapor deja de estar arrugada. Cierto. Ahora parece un moco.

Octavo: Hace dos horas que estoy en esta habitación y solo he conseguido medio desarrugar tres prendas y media. Admítelo. Lo tuyo no es esto. Mi orgullo me lleva a intentarlo con un jersey pero enseguida mi cerebro me ha obligado a soltar la plancha.

Noveno: He metido la mano en uno de los montones de ropa. He sacado un jersey (arrugado, si). Me he puesto los vaqueros a los que parecía que les hubiera pasado un trailer. He arreglado al niño. He vuelto al cuarto de la plancha y he cogido al toro por los cuernos.

Décimo: He metido los kilos de ropa en bolsas. He colgado esas bolsas rollo "sin hogar" en las asas de carro de mi hijo y me he plantado en la puerta de la tintorería más con pinta de haber robado las prendas que de ser su dueña. En cualquier caso una amable chica se ha brindado a tener mi ropa lista para mañana al mismo tiempo que me ha aconsejado: "Debería contratar a alguien para este trabajo".
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Los que me conocen en la intimidad asocian a mi peculiar carácter muchas frases y expresiones. Una de las más habituales en mi persona especialmente en invierno es esta: "¡Joder. Hace tanto frío que tengo los pezones como chinchetas!". Y ciertamente los tengo así mientras que escribo este post porque, después del vídeo y de los dos grados que hay en el exterior no puedo tenerlos de ningún otro modo.
Quisiera aprovechar estas líneas para dar las gracias a América por haberme enseñado:

1. Que los tíos tienen pezones
2. Que también se les ponen duros como chinchetas incluso al sol
3. Que se puede quitar el polvo de casa con esta parte del cuerpo (nota personal: Despedir a la que limpia)
4. Que si te lo propones, con un simple caramelo de menta puedes ver los pezones de esa mujer tan tremenda que sube en el ascensor contigo cada mañana.

¡¡Gracias USA por este glorioso descubrimiento!!
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No hay nada como estas fechas para que Iberia, Spanair o cualquier de sus primas hermanas te monten un pollo aéreo y acabes teniéndote que ir de vacaciones en un medio de transporte muy diferente al que habías escogido en un primer momento. Y como no podía ser de otro modo, sí, me ha tocado a mí. Cabreada como una mona por el palo que supone meterse cinco horas en un tren con una criatura de 15 meses (que anda por todas partes y que no comprende que la tapicería de los asientos NO se mastica) me abandono a la aventura.
Llevamos 45 minutos de viaje. El niño ha lamido el suelo, los cristales, la tapicería. Ha corrido arriba y abajo por el pasillo. Ahora pretende colgarse de la estantería que hay sobre nuestras cabezas. Su padre sale en mi auxilio y se lo lleva a la cafetería. Momento relax... Un minuto, dos minutos, tres minutos. ¡Mierda me estoy meando! Voy al baño, abro la puerta, la cierro tras de mí, me bajo los pantalones, las bragas... ¡Joder lo que faltaba! ¡La regla y yo sin bolso!
A ver pensemos que no cunda el pánico. Miro a mí alrededor en ese amplísimo baño que Renfe pone para sus viajeros. Tiro de una palanca... nada. Tiro de otra... cleenex. En plan desesperado me planteo hacerme un apaño con los pañuelos de papel pero después lo reconsidero. Es una guarrería. Veo un pequeño armarito. Lo abro esperanzada... Papel higiénico. Joer los viajeros de Renfe deben ser cagones y mayores de 55 años por lo que veo. Ni una triste compresa que tirarse a la boca, oiga.
Con resignación me dispongo a hacerme un apaño vía pañuelos de papel. Estoy en una postura lamentable (pierna aquí, pierna allá) cuando mis ojos atisban un pequeño compartimiento un poco más abajo de esa cosa que en el tren se han empeñado en llamar lavabo. Meto mis zarpas en una pequeña ranura que hay y... ¡OH milagro aparecen unos tampax! ¡¡Aleluya!!.

PRIMER PENSAMIENTO: Espero que NO estén usados.
SEGUNDO PENSAMIENTO: Imbécil cómo van a estar usados si vienen con el envoltorio de origen
TERCER PENSAMIENTO: Sí pero hay gente muy cerda. Todos conocemos a alguien capaz de cualquier cosa.
CUARTO PENSAMIENTO: Usado o no... No hay más cera que la que arde.
QUINTO PENSAMIENTO: De perdidos al río (from the lost to the river)

Bien ahí estoy yo tampax en mano dispuesta a realizar una tarea tan sencilla y rutinaria como ponérmelo. Error...

Primer Problema: Llevo los tejanos a la altura de la rodilla (cualquiera osa a ponerlos a la altura de los tobillos. A saber qué habrá en ese suelo). Imposible separar las piernas lo necesario para adoptar postura cómoda.

Primera Solución: Me coloco toda la ropa de nuevo. Me quito las botas y me subo en la tapa del váter (yo no piso el suelo con los calcetines ni de coña).

Segundo Problema: La cabeza toca en el techo, razón por la que adopto la postura del Jorobado de Notredam mientras que intento quitarme los tejanos. ¡Agotador!. Los calcetines resbalan sobre la superficie de la tapa del inodoro.

Segunda Solución: Me quito el jersey y lo pongo debajo de mis pies sobre la tapa del váter (¡Qué asco en cuanto llegue a casa lo desinfecto con salfuman!)

Tercer Problema: Aunque me he quitado los pantalones sigo sin encontrar la postura adecuada para lo que había subido a estas alturas. No sé dónde colocar las piernas. Apoyo la punta del pie sobre el lavabo. Gracias al espléndido estado de la red ferroviaria de este país, el tren pilla un bache y mi cara va a dar directamente contra el espejo.

Tercera Solución: Apoyo las manos a ambos lados de la pared mientras que sostengo el envoltorio del tampax con los dientes. Chica lista.

Cuarto Problema: Si trato de mantener el equilibrio con las manos... ¿Con qué cojones se supone que me voy a poner el tampón? Bien tal vez el bache sea casual...

Cuarta Solución: Quito las manos de la pared. Rasgo el envoltorio del tampax pero justo cuando voy a tocarlo me doy cuenta de algo...

Quinto Problema: No voy a tocar el tampax con las mismas manos con las que acabo de apoyarme en las paredes de ese vagón infecto.

Quita Solución: Me agacho un poco hasta llegar al jabón (suerte que hay) y me lavo las manos. Vuelvo a posición original: La grulla sobre el váter.

Sexto problema: Tampax abierto en perfecto estado a punto de entrar en contacto con mi cuerpo. ¡Joder otro bache! Tampax que se desplaza, se me clava en la ingle y se aplasta. Profundo lamento.

Séptimo problema: Nuevo trozo de algodón listo para inserción. Proceso casi finalizado. ¡Potopom, otro bache! Objeto en diagonal en mi interior. Profundo dolor. Grito desesperado y recuerdo de los antepasados de las jodidas vías del tren.

Octavo problema: Tercer y último tampax patrocinado por Renfe. Este entra bien por mis cojones. Apoyo los pies contra el inodoro y... ¡¡Allá va!! Curva a la izquierda pero yo no abandono el intento. Me va la vida en ello. ¡Zas! 1'73 de tía contra la puerta del baño. Mi cuerpo en contacto directo con el suelo (¡¡¡horrorrrrrr!!!). Golpean la puerta desde fuera. Voz femenina que me pregunta si estoy bien. Respondo que sí mientras intento vestirme con la mayor dignidad posible e intentando olvidar que mi piel ha estado en contacto con ese suelo lleno de vaya usted a saber qué.

Solución a todo lo anterior: Cuando vayas a este tipo de aseos.... ¡Lleva siempre el bolso preparado!

Regreso a mi asiento. Pongo el culo sobre la tapicería y doy un salto. Mi marido me observa con cara de ("pobrecita cada día se te va más la olla") mientras que mi hijo me ha confundido con un teleñeco y se parte de risa. Vuelvo a intentar sentarme. Otro pinchazo (advertencia de que el último de mis recursos femeninos tampoco está bien puesto).

Solución: Regreso al baño. Saco al demonio de mi interior. Arranco un montón de pañuelos de papel de su contenedor y me hago un apaño. ¡¡Dios mío cómo me tengo que ver!!.
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Hace un par de noches conversaba con un tipo en un Chat. Después de ver que en las cinco primeras frases de nuestro encuentro no aparecían las palabras "zorra, follar, caliente y puta" pensé que tal vez tuviéramos una posibilidad. El hombre en cuestión tenía 34 años (o al menos eso dijo) y era de Zaragoza. Durante bastante rato hablamos de cine (comercial USA, por supuesto) de libros (best sellers), de política (poco porque a las dos frases llegamos a la conclusión que ni él me iba a convencer a mí ni yo a él). Poco a poco me fui entusiasmando porque además el tipo en cuestión tenía sentido del humor y cierta agilidad mental.
Casi en el instante en el que empezaba a recuperar mi fe en el género chatero la oscuridad se cernió sobre nosotros:
- Me gusta mucho la montaña. Aprovecho los fines de semana para hacer senderismo. Por aquí hay rutas muy buenas- dijo él.
- Lo sé. Hace años recorrí algunas. Hay paisajes preciosos por allí- respondí tratando de no caer en mi afirmación: "Aunque yo prefiero la playa cien mil veces antes"
- ¿Sí? Pues es una lástima que estamos tan lejos. Podríamos quedar algún día
- Claro aunque no sé si con esta edad mía aguantaría ese ritmo de caminar. Además no tengo chirucas.- bromeé
- ¿Qué son chirucas?-
- ¿Cómo que "qué son chirucas"?- respondí en tono jocoso pensando que el tipo se estaba quedando conmigo.
- Sí. No sé lo que son- se empeñó en insistir
- Unas botas para caminar por la montaña- sentencié totalmente desconsolada ante el hachazo emocional que acababa de sufrir y, por supuesto, volviendo a perder mi fe en el género chateril.
Él siguió hablando en un vano intento de arreglar la cosa que, evidentemente, había muerto. Mientras tanto yo me limitaba a pensar: ¡Coño qué rara soy!
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Esta mañana, mientras desayunaba, he asistido asombrada a la conversación entre un grupo de madres que llevan a sus hijos a un colegio cercano. El tema después de un largo puente no era otro que: El sexo.
La verdad es que no tengo ni idea de cómo la conversación ha derivado hacia la pregunta que ha reclamado toda mi atención:

Madre 1: Porque vosotras seguro que alguna vez para quitaros a los maridos de encima habéis fingido un orgasmo, ¿verdad?_ ha preguntado con el mismo tono con el que pides la hora a un anciano que pasea por la calle.

Silencio absoluto hasta que Madre 2 rompe el silencio: "No. Yo con mi José nunca he fingido". Tímida carcajada de una servidora al ver la cara de la mujer en cuestión que venía a decir algo así como "Miénteme Pinocho, miénteme..."

Madre 1: "Pues he leído en algún sitio que eso lo hacemos todas y que además ellos no se dan ni cuenta".

Carcajada sonora mía y mirada de reprobación de Madre 3 que está justo en frente mío y que, aunque no se atreva a confesarlo, ha fingido. ¡Vamos si lo ha hecho! Nadie puede llevar esa cara teniendo una vida sexual satisfactoria por mucho lunes que sea.

Madre 1 ha seguido con su defensa del orgasmo fingido hasta que Madre 3 y Madre 4 han empezado a asentir con la cabeza.

Mientras pagaba y escuchaba divertida cómo Madre 5 confesaba que ella "lo hacía con frecuencia y Rafa tan contento" no he podido más que observar la escena cuando madre 2 ha preguntado estupefacta "Y eso cómo se hace".

A continuación he sacado un bolígrafo de mi bolso y en una servilleta de papel he anotado: "Deberías ver Cuando Harry encontró a Sally. Así lo entenderás todo". De camino hacia la salida del bar he colocado la servilleta y una tarjeta con mi nombre sobre la mano de Madre 2.

Madre 2. Por si acaso no encuentras la película pero sí has sido capaz de encontrar este blog... Esto es para ti

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Están instalando una pista de hielo al aire libre justo al lado de casa. La idea es original si tenemos en cuenta que la temperatura media de este sitio durante casi todo el año es de 22ºC. Esta mañana, mientras que dejaba a mi hijo en la guardería he pasado por delante del gran pedazo de hielo este que, según me ha comentado uno de los obreros que estaba allí, estará lista antes de Navidad. Después de observarla durante unos segundos han venido a mi mente mis experiencias con el hielo.

Marzo 1987. Andorra: Adolescente no muy ligera de peso intentando mantener el equilibrio sobre los esquíes. Resultado: Gorda rebozada en nieve.

Febrero 1989: Teruel: Adolescente igual de pesada que dos años antes haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse derecha en el remonte. Resultado: Gorda llevándose por delante a dos niños bonísimos.

Diciembre 1990: Formigal: Adolescente medio mujer, esta vez SIN kilos de más vestida monísima para arrasar en la pista. Monitor tremendo y bronceado. Compañera de cursillo igual de tremenda y bronceada. Iniciamos conversación sobre literatura. Resultado: Colgamos los esquís y nos ponemos moradas de chocolate (ella) café (yo) en el bar.

Diciembre 1991: Baqueira: Universitaria de primer año tonta del culo codeándose con la Familia Real. Otra vez monitor bronceado y tremendo. Yo totalmente concienciada que este año SI voy a esquiar por fin. Tremenda ventisca. Pistas cerradas. Al bar a tomar algo caliente. Pijo catalán con moto de nieve. Pijo ve a pija. Largos paseos en moto. Los esquís ¡Ni tocarlos! Padres cableados. Temen por integridad de niña. No se fían del guapito de la moto. Su preocupación SÍ tenía fundamento:)

Diciembre 1992: Baqueira: Universitaria más tonta que el año anterior. Más Familia Real. Clima espléndido. Cargo esquís. Ascenso a la pista. Monitor espantoso. Ninguna distracción a la vista. Sin escapatoria. Hago mis primeros pinitos sobre la nieve. No me deslizo grácil como una pluma. Voy cayendo rollo hipopótamo con botas de pescar. Pino. Otro pino. Elevación en la nieve. Más pinos. Valla de protección. ¡¡Tremendo golpe!! Resultado: Cuerpo lleno de morados y hazmerreír de un grupo de niñas suizas a las que les deseo almorranas del tamaño de gremlins.

Diciembre 1993. Baqueira. Universitaria madura. Troley llena de libros. Sosiego, paz y tranquilidad en la cafetería con impresionantes vistas hacia aquellos que han nacido para esquiar. Abro la primera página de "El Club Pickwick". Me enamoro de Dickens y descubro a un montón de clásicos del XVIII.

Diciembre 2006: Observo la pista de hielo. Sonrío divertida. Siempre me interesaron los desafíos. Espero que este lleve distracción incorporada :)
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Puedes hacer cualquier cosa que te propongas. Puedes llegar donde tú desees. Sí, incluso a se lugar, a ese futuro que siempre has deseado. Sólo son necesarias dos cosas: Creer en uno mismo y tener disciplina. Pero... ¡Es precisamente ahí donde radica el problema!
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