Escribir... Una forma de entretenerse como cualuier otra, ¿no te parece?

El último recuerdo

Miraba a través de la ventana el mar que rodeaba la casa en la que iba a pasar los próximos seis meses. Había llegado la noche anterior a última hora de la noche y apenas había tenido tiempo de deshacer la maleta y de acostumbrarse al que iba a ser su nuevo santuario. Ese lugar que había escogido después de una búsqueda minuciosa de un buen lugar en el que poder escribir su libro. Era consciente de todas las cosas a las que acababa de renunciar por estar allí pero, lo necesitaba. Era lo que debía hacer en ese momento y además, ya no había vuelta atrás. Abrió la ventana y el frío del amanecer golpeó su rostro con intensidad. Era consciente de que el siguiente paso que debía seguir era el de ir a la cocina, prepararse dos litros de café, tal vez algo ligero para comer y sentarse frente al ordenador. A lo largo de los últimos días había hecho un gran ejercicio mental. Sólo debía pensar en su libro. No podía permitirse que nada la distrajera de la labor que tenía entre manos. Se había jurado que, en el mismo instante en el que pisara esa casa, ningún otro pensamiento circularía por su mente. Miró el reloj. Eran las siete de la mañana. Según el estricto planning que había trazado no debía empezar a trabajar hasta las ocho. Una idea acudió con fuerza a su mente. ¿Y si lo hacía por última vez? ¿Por qué no permitirse un último recuerdo antes de emprender aquel camino sin retorno? Respiró hondo. Cerró los ojos…
Unas manos suaves recorrían con ternura su espalda. Al llegar a la altura de la nuca siempre lograban que se estremeciera de aquella forma que la hacía sentir tan especial. No quería abrir los ojos pero sabía que, si los mantenía cerrados, se iba a perder aquellos intensos ojos verdes que tantas veces la habían transportado más allá de cualquier placer que se pudiera explicar. Permaneció inmóvil unos segundos más disfrutando de la calidez de aquellos dedos que ahora se deslizaban sobre sus muslos. Se dio la vuelta y quedó nuevamente presa de aquella mirada. Dejó de pensar. Se limitó sólo a sentir. Acercó el rostro y sus labios encontraron la avidez de aquella boca que tan bien conocía. Paso la lengua lentamente sobre ellos. Notó cómo se erizaba la piel de la mujer con la que había compartido tantas noches de confidencias, de ternura, de pasión, de sexo, de amor…
Siguió besándola sin ninguna prisa como queriendo dejar su recuerdo en cada centímetro de aquellos labios que tanto deseaba. Su lengua se encontró con la de ella y toda la ternura se transformó en pasión. Notó cómo las manos que hasta ahora acariciaban su espalda clavaban sus uñas en la piel. Hizo un gesto de dolor pero enseguida fue consciente del placer que aquello le proporcionaba. Deslizó la lengua por el cuello, por los hombros y encontró aquellos dos pechos que la enloquecían. Abrió los ojos. Miró los pezones suaves, rosados y duros. Una risa divertida iluminó su rostro. Miró a su amante una vez más y comprobó que ella también sonreía. Mientras pensaba cómo actuar, notó nuevamente unas uñas que se clavaban en su espalda. Esto la hizo reaccionar. Se agachó lentamente y colocó los labios sobre uno de los pezones. Sopló suavemente sobre él y comprobó divertida cómo se endurecía aún más. Tenía la boca a escasos milímetros de aquello que ansiaba tanto pero, también sabía que precisamente aquello era lo que ella deseaba y no se lo pensaba dar con tanta facilidad. Volvió a soplar y notó cómo el cuerpo de Marta se movía. Intentaba acercar su pecho a la boca de Eva pero, cuanto más lo intentaba, más se alejaba de ella. Finalmente desistió. Cuando pensaba que jamás obtendría el placer que deseaba notó la tibieza de una lengua, la calidez de unos labios. Todo su cuerpo se estremeció y no pudo contener un sonoro gemido. En ese mismo instante deslizó suavemente su mano hasta colocarla entre los muslos de Eva. Comprobar su excitación la transformó aún más pero escuchar cómo su amante respiraba fue lo que la transformó por completo.
¡Son las ocho!.¡Son las ocho!. El sonido del despertador la sobresaltó. Abrió los ojos. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Las secó lentamente con sus manos. Volvió a respirar profundamente tratando de aislar en sus pulmones todo el aire de aquel otoño que acababa de empezar. Cerró la ventana con fuerza. Caminó hasta el salón. Se sentó en la silla, encendió el ordenador y se puso a escribir…

Para mis amasonas

One Response so far.

  1. Anónimo says:

    julandrona!!!!está muy chulo...no diré cosas más ejem...subidas de tono porque no es plan, ya sabes, murámonos de glamour darling!!!!