Escribir... Una forma de entretenerse como cualuier otra, ¿no te parece?

Shakespeare69. Capítulo Cuatro

“Cosas que tu mente hace tiempo que ha decidido… cosas que tu mente hace tiempo que ha decidido….” Mar repetía en voz alta estas palabras una y otra vez. No intentaba encontrar ningún sentido en la frase. De hecho, nada de lo que le estaba sucediendo durante las últimas horas lo tenía así es que no merecía la pena seguir pensando en cosas que estaban fuera del alcance de su lógica. Se sentó frente al ordenador sin ser consciente en absoluto de lo que estaba haciendo. Pulsó en la opción “responder” y sus dedos corrieron por el teclado adquiriendo vida propia durante varios minutos. Por fin dejó de escribir. Se quedó mirando fijamente la pantalla del ordenador y leyó: “ No tienes ni idea de lo que mi mente hace tiempo que ha decidido porque, si la tuvieras, no estarías enviándome este mail absurdo. Es más. Si realmente pudieras intuir una mínima parte de mis pensamientos, mis deseos y mis anhelos ya habrías anulado todas las citas de tu agenda para proporcionarme el placer más absoluto durante los tres próximos días. Así es que, menos lobos caperucita y, si realmente te intereso, ya sabes lo que tienes que hacer”.
Sin pensárselo dos veces pulsó la tecla de enviar. Se recostó ligeramente en la silla y empezó a reírse de la situación tan surrealista que estaba viviendo. - ¿Por qué me tocan a mí todos los locos? ¿Tengo un imán o algo así para atraerlos? Claro que, a lo mejor el mensaje no es para mí, se han equivocado de dirección y ahora hay algún pobre diablo absolutamente consternado con la bordería que le acabo de ladrar. Pero… ¿y si yo soy la destinataria de esta paranoia? No conozco gente que esté tan colgada o… ¿si? Mira en cualquier caso que le den. Si quiere algo es obvio que ya sabe dónde encontrarme y, por supuesto, lo que me apetece- .
Mar mantenía esta conversación interior cuando sonó el teléfono. Lo dejó sonar varios segundos hasta que se dio cuenta que era Almudena la que la llamaba.
- Tienes a la mismísima Sara Puig en la línea 12. Dice que necesita hablar contigo. Que es muy urgente. ¿Le digo que no estás?
La ocurrencia de Almudena hizo que Mar soltara una sonora carcajada. A decir verdad eso era lo que realmente le apetecía que le respondiera. Sí, que le dijera que no estaba. Hacerla esperar y devolverle la llamada pasados un día o dos. Pero, la cordura que aún le quedaba a pesar de la falta de sueño, le aconsejaba todo lo contrario. Era consciente, por mucho que le molestara, que tenía que hablar con aquella mujer
- No, no. Pásame la llamada pero dame unos segundos. Necesito algo de paracetamol para poder enfrentarme a esa mujer-
- Mientras sólo sea paracetamol- respondió Almudena sin poder contener la risa.
- Mujer yo me tomaría algo más fuerte pero no son horas y, además… ¡Qué ibas a pensar de mí¡-

Mientras pronunciaba estas palabras ya había vertido en el vaso de agua que había sobre la mesa un par de dosis de su medicamento habitual. Se llevó el vaso a los labios y se bebió toda el contenido sin apenas respirar. Comprobó con satisfacción que aquellas pastillas tenían el mismo sabor asqueroso que esperaba. Un escalofrío recorrió su cuerpo. – A ver si ahora te vas a emocionar- murmuró… Se arregló el traje chaqueta, se puso los zapatos y se sentó correctamente sobre la silla de trabajo. Se estaba preparando como si la persona que la esperaba al teléfono fuera a aparecer por su despacho en cualquier momento. – Quién sabe- pensó. – Esta mujer es el mismo diablo. Igual hasta puede ver a través de la línea de teléfono- . Mar no tuvo tiempo para seguir pensando sinsentidos porque en ese mismo instante vio cómo parpadeaba la línea en la que Sara Puig la estaba esperando.