Escribir... Una forma de entretenerse como cualuier otra, ¿no te parece?




Mi hermana nos ha invitado el domingo a comer en su casa. La muy osada va a preparar una de sus estupendas paellas para las 22 bestias hambrientas que vamos a atacar su impresionante chalet a partir de la una del medio día. Claro que la paella es la excusa. El motivo real de nuestro encuentro es que somos todos una panda de ludópatas de mucho cuidado y cuando no le estamos dando al Black Jack, estamos con el Poker. El vicio de este invierno es el bingo (casero por supuesto).
Hace unos meses la otra hija de mi madre decidió que nos vendría bien recuperar viejas tradiciones. Así es que sin pensárselo dos veces se fue a comprar el juego en cuestión. Mi hermana tiene muchas virtudes pero entre ellas no se encuentra la de ser espléndida. Todo lo contrario. Es como la Virgen del Puño Cerrado pero elevado a infinito. Como los precios de los bingos decentes le parecieron excesivos (25- 30 pavos) decidió comprar uno en una tienda de chinos por el módico y asequible precio de ocho euros.

PRIMER PROBLEMA: Al sacar el bingo de la caja mi pobre cuñado se arañó todo. Más que sacar un juego parecía que intentar extraer de ahí a una manada de gatos salvajes. El material de ese bingo está muy lejos de ser el plástico que todos conocemos. Aquello se asemejaba más a un arma de destrucción masiva que a un inocente bombo.

SEGUNDO PROBLEMA: Montar aquellas dos piezas requirió el trabajo concienzudo de 8 pares de manos. Los enganches del plástico del bombo no coincidían con los agujeros de la base sobre la que debía colocarse. Al final, uno de los presentes con su habitual sentido práctico y exclamando "Esto entra por mis cojones" le dio una patada al tema y la cosa acabó cuadrando.

TERCER PROBLEMA: Las bolas. Como todo el mundo sabe en los bingos tradicionales hay bolas numeradas del 1 al 90. Pues señores en este bingo no. Además de las citadas bolas nos aparecieron otras sin numeración alguna a las que algún ilustre pariente mío bautizó como "los calvos". (Obvio decir que los putos calvos salían cada dos por tres y, en vez de quitarlos porque no servían para nada los volvíamos a introducir en el bombo)

CUARTO PROBLEMA: Introducir las bolas en el bombo. Una tortura. Cada vez que intentábamos meter una o bien salía escupida por la dura ranura de plástico aquella o bien se nos quedaban los dedos enganchados en el agujero aquel. Con una paciencia divina logramos poner todo en su sitio.

QUINTO PROBLEMA: Hacer girar el bombo para mezclar las bolas. Que si quieres arroz Catalina. Aquello giraba cuando le daba la valenciana gana porque cuando no se quedaba atascado y no corría ni para adelante ni para atrás. Ahí intervine yo con mi pericia propiciándole al bombo un golpe brutal haciendo que las bolas que ya habían cantado y que estaban colocadas sobre el tablero salieran disparadas, razón por la que tuvimos que anular esa partida en la que mi madre estaba a un número de cantar bingo (creo que aún no me lo ha perdonado).

A la vista de estos y otros problemas que nos ha dado el chisme en cuestión, uno de los futuros yernos de mi hermana (muy montado en el dólar pa más señas) quiso impresionarnos diciendo que compraría un bingo electrónico y profesional para la próxima reunión de ludópatas que, como ya he explicado se celebra el próximo domingo. ¡Ya os contaré!
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Hoy no escribo nada. Os dejo con la sonrisa de mi hijo. ¡Que la disfrutéis!



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Esta mañana me ha llamado mi hermana para contarme la última "hazaña" de Yentl. Hace varios días que sólo hablo con mi madre por teléfono porque la gripe y la bronquitis se han cebado con nosotras. Al margen de explicarnos nuestros respectivos síntomas y de quejarnos como dos criaturas, la verdad es que no nos hemos puesto al día de los últimos sucesos de nuestras respectivas vidas.
Después de hacer un esfuerzo sobrehumano llevando a mi hijo a la guardería con la que está cayendo ahí fuera, he ido al bar de siempre a desayunar. Ahí me he encontrado con mi Señora Hermana quien, después de interesarse por mi estado de salud, ha comenzado a hablar enfurecida.
- ¿No te ha contado "La Marquesa" (otro de los motes de mi madre) la última que ha hecho?-
- Pues no. Aunque dudo mucho que haya podido liar alguna- he respondido con calma mientras me temía lo peor- porque lleva en la cama desde el lunes.
- Si es que la lió el viernes- ha respondido
- ¿El viernes? Si yo la dejé la mar de tranquila preparándose para tomar el te con las amigas y luego se iban todas juntas a la clase de Danza del Vientre (si... no preguntéis...)- he dicho con voz nerviosa temiéndome lo peor.
- Ahora se llama "tomar el te"- ha señalado mi hermana en un intento de disimular la risa y el cabreo al mismo tiempo.
- Hija eso es lo que me dijo. Que había quedado con las Tutankamon (véase las amigas Conchitina, Paquitina, Finín y Lucita). ¿Que las viste haciendo algo raro por ahí?-
- ¡Vamos que si las vi!-
- Jojojo. Cuenta. Cuenta...-
- Pues resulta que subí el viernes por la tarde a casa de la mamá a recoger unos pantalones que me estaba arreglando. Llamé al timbre varias veces y nadie me contestó. Como sabes que tú madre hace esas cosas de no abrir la puerta cuando se le antoja decidí sacar la llave del bolso y entrar en casa. ¡No veas la que tenían liada allí!-
- ¿Una orgía con vendas y sarcófagos?- he respondido mientras me empezaba a reír con la imagen que me había venido a la mente.
- ¡Peor! Estaban todas en ropa interior en medio del salón- ha dicho mi hermana con más tranquilidad de la que aparentaba.
- ¿Cómo en ropa interior?-
- ¿Eres tonta? Pues en bragas en sujetador o en combinación, cuando no con todo junto-
- No creo que las abuelas se lo estuvieran montando- Estoy enferma, lo sé. Pero ha sido la única frase que he logrado articular en ese momento.
- ¡No seas cerda!- ha dicho mi santa hermana.
- Mujer a lo mejor estaban poniéndose al día en modelos de lencería-
- Pues como no fuera en los diseños del Carrefour no creo porque el espectáculo era lamentable-
- Volviendo a la historia- he interrumpido yo.- ¿Qué dijo nuestra señora madre cuando te vio allí?-
- ¡Nada! Me recibió entre carcajadas y me dijo que me sentara con ellas. Cuando me acerqué a la mesa vi un montón de fichas de casino y a una enana fumándose una pipa mientras iba repartiendo cartas- ha explicado medio muerta de risa.
- Pero si tu madre odia el juego. Además a la que la sacas del cinquillo y la brisca se pierde.
- No si perdida estaba. Porque fue sentarme en la silla y empezó a llegarme un pestazo a alcohol que ni te cuento. Yo todo era mirar a un lado y a otro pero no había ni rastro de ninguna botella. Sólo se veía el plato de las pastas y una jarra de café vacía.- ha narrado mi hermana con esa perfección que siempre me ha apasionado en su forma de contar historias.
- ¿Alguna de ellas te explicó qué hacían medio desnudas?- he preguntado queriendo averiguar el lado morboso del asunto.
- Sí en cuanto me senté. Una tipa muy seca me dijo que por cada farol que se marcaban y eran descubiertas por las demás se tenían que quitar una prenda-
- Pero-- ¿Y cómo sabían ellas que las demás iban de farol si las cartas no se enseñan al terminar la partida?- he dicho con absurda ingenuidad.
- Pues porque estas mujeres además de estar colgadas son tontas. Y después de cada mano todas ponían las cartas sobre la mesa y me morían de la risa mientras que la más mentirosa se iba desnudando-
- ¡Viejas depravadas!- he dicho sin poder contener más la risa. - De todos modos no veo tan gordo el tema. Tu madre las ha hecho peores, mucho peores-
- No si es que aún no te he contado lo peor-
- Ah-
- Resulta que al cabo de 20 minutos y en vista de la bochornosa situación decidí marcharme porque tenía cosas que hacer y allí dejé a las abuelas. Después de hacer varias compras y casi a las nueve de la noche me di cuenta de que, con lo alucinada que me había quedado con el espectáculo en casa de la mamá se me había olvidado recoger los pantalones. Así es que volví. Esta vez pasé de llamar al timbre porque los cánticos se oían desde el portal- ha explicado mi señora hermana con dificultad porque se estaba muriendo ya de la risa.
- ¿Cánticos?-
- Sí. Iban, como mínimo, por la cuarta revisión de los Grandes Éxitos de Los Panchos-
- Pero si tu madre NO canta- he respondido yo sin poder contener las carcajadas.
- Cierto. Y no lo hacía. Ella dirigía al coro de momias en ropa interior que aullaba sobre el sofá del salón una versión muy particular de "Solamente una vez". Estaba a punto de hacer notar mi presencia porque, por supuesto, las señoras no se habían enterado de nada, cuando he visto que de debajo de la faldilla de la mesa salía una de las momias sujetando una botella de anís del mono en cada mano y haciendo ronda de chupitos entre las amigas "porque se les secaba la boca de tanto cantar" según aseguraba mientras les vertía un chorrito a cada una en la boca-
Esto ha sido ya la gota que ha colmado el vaso. Ni mi hermana podía seguir explicándome la historia porque lloraba literalmente de risa ni yo podía seguir su conversación porque hacía ya diez minutos que "me meaba toa" junto a cuatro personas más que desde la mesa de al lado estaban escuchando la conversación y no podían reprimir las carcajadas. Así hemos estado un buen rato hasta que mi hermana ha recuperado la seriedad.
- Pues a mí no me hace gracia- ha sentenciado sin llegar a creerse lo que estaba diciendo.
- No, no. La verdad es que no la tiene- la he secundado mofándome de su actitud.
- Pues no la tiene porque la que se tuvo que cargar luego con las borrachas fui yo.
- ¿Cómo cargar con las borrachas?-
- Sí. Cerca de las diez de la noche empezó a sonar el teléfono de casa de tu madre. Algunos de los familiares de las momias que sabían dónde era la reunión llamaban preocupados porque sus ancianas madres NO habían regresado. Me los quité de encima diciendo que seguían en casa y que estaban bien. Cuando colgué al último de los hijos angustiados me di cuenta de que las viejas llevaban una monumental cogorza y que, por supuesto no las podía devolver así a su casa.
- Yo las habría sacado a todas desnudas al balcón bajo el intenso frío de la noche para que volvieran en sí- he dicho con mi habitual empatía.
- No te creas. Eso estuve a punto de hacer yo pero al final opté por lo de toda la vida. Café, café y más café.
- ¿Y?-
- Al cabo de un rato tu madre parecía ya una persona normal y, al darse cuenta de cómo estaba el panorama (momias que vomitaban, momias que aseguraban que estaban al borde de la muerte) decidió hacerse cargo de ellas y las fue metiendo en la cama.
El hecho de imaginar a mi madre acarreando por el ático en el que vive a un grupo de ancianas achacosas y además borrachas ha podido conmigo. He empezado a reírme de nuevo. Instantes después mi hermana hacía lo propio mientras repetía: "Pues espera que aún no te he contado cómo les pusimos el camisón"....
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Queridas Amigas y lectoras. ¡¡El frotar se va a acabar! Ya lo decía ese viejo anuncio de detergente. Pero ahora es del todo cierto y nada tiene que ver con esas aburridas tareas del hogar. Espero que todas vosotras tengáis ya en vuestro poder un Ipod (reproductor de mp3 de Apple). Si aún NO lo tenéis... ¡Ya estáis tardando! Acaba de salir al mercado un accesorio descomunal para este reproductor de música.
Por el módico precio de 69$ vuestro modo de entender la música cambiará para siempre. Nunca más podréis decir que os aburre un CD o que no os es imposible seguir el ritmo. La web de este invento cambiará vuestras vidas para siempre. A partir de ahora cuando os vea por la calle pegadas a vuestros auriculares os miraré de otro modo. ¡Que lo disfrutéis!
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Muchos de los que me conocéis os preguntáis por qué me gusta la serie "Little Britain". La única respuesta que puedo ofreceros es una muestra de este humor inglés que me entusiasma. ¡Que lo disfrutéis! O, de lo contrario... ¡Criticadme con pasión!




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Javier es un tipo que ronda la treintena y le gusta estar al día en lo que respecta a nuevas tecnologías. Vamos que se lo compra todo lo necesite o no. El útlimo invento que se le ha ocurrido adquirir es un GPS para el coche. Este señor hace cada día el mismo trayecto para ir a trabajar. Sale de su casa. Coge la autovía. Luego enlaza con la autopista y llega a su destino. ¡Imposible perderse! Además Javier es de eso tipos que utiliza el avión cuando va de vacaciones. Después de muchas conversaciones con él tratando inutilmente de convencerle de que un GPS NO es lo que necesita, no me queda más remedio que ilustrárselo con una espléndida viñeta de Forges...

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En casa siempre nos han gustado los animales (no hay más que vernos)y por eso siempre hemos tenido canarios, periquitos, peces de colores, gatos y perros. Cuando me fui de casa para vivir mi vida (como suele decirse) mi madre me dio como generosa dote al perro que yo misma le había regalado algunos años atrás y del que ahora se ocupa mi marido (terrible, lo sé).
A lo largo de los últimos años mi madre se ha dedicado a comprar toda clase de pajarracos que, por alguna extraña razón, han terminado viviendo en la terraza de mi casa. Después de la trágica muerte de Tweety VIII (se rompió el enganche de la jaula del canario y éste murió del impacto contra el suelo) le dije a Doña Yentl que no se comprara más bestias porque yo no pensaba hacerme cargo de ellas. La buena mujer ha seguido las normas y yo estaba contentísima con ello.
Esta mañana he tenido que dejar todo lo que estaba haciendo y subir a casa de Yentl porque tenía un problema "descomunal" (según ella) con la nueva plancha. Así es que, en cuanto he podido, me he plantado en el ático de señora madre para ver qué tripa se le había roto. Me ha pasado de inmediato al cuarto en el que estaba el citado electrodoméstico y me he puesto a trastearlo intentando averiguar por qué no funcionaba correctamente. Mientras me centraba en el trabajo he escuchado un desagradable graznido al que no he hecho caso. Pero, a medida que mi cabreo monumental iba en aumento porque era incapaz de averiguar lo que pasaba, los graznidos se han ido intensificando. He girado la cabeza hacia la ventana tratando de localizar la procedencia de ese desagradable ruido pero no he visto nada.
Una hora después y, habiendo logrado con éxito solventar el tema plancha, seguía escuchando ese canto desagradable. Con toda la inocencia de la que soy capaz (poca, es cierto) le he preguntado a Yentl.

- ¿La loca de la vecina se ha comprado alguna bestia rara?-
- No. Que yo sepa no se ha comprado nada- ha respondido ella con total tranquilidad.
- Pues alguno de los que vive aquí se ha debido comprar algún pajarraco hace poco porque los putos graznidos suenan muy cercanos- he dicho bastante irritada porque aquel sonido se había convertido en una especie de chillidos de la selva.

He permanecido en silencio unos segundos tratando de localizar la procedencia exacta de la bestia y luego he mirado a mi madre. Le he clavado la vista en el rostro y me ha desviado la mirada. "Ya la hemos liado", he pensado mientras salía del cuarto de la plancha y empezaba a entrar en todos los dormitorios y estancias del ático. Al abrir la última de las puertas me he quedado petrificada. Han aparecido ante mis ojos dos pajarracos blancos enormes (que después he identificado como cacatúas) que me miraban de forma descarada mientras que gritaban con intensidad. Con la boca aún abierta he vuelto a mirar a mi madre con cara de "miénteme y dime que se los estás cuidando a alguien". Yentl me ha observado durante bastante rato hasta que la culpa, la vergüenza o lo disparatado de la situación la ha obligado a morirse de risa en toda mi cara.

- ¡¡Lo has vuelto a hacer!!- le he dicho al mismo tiempo que se me empezaban a contagiar sus carcajadas.
- Mujer es que estoy muy sola y los seres vivos animan mucho la casa- ha respondido ella
- Pues cómprate un vibrador, cojones- le he soltado yo con bastante poco tacto.
- Son Felipe y Letizia- ha sentenciado ella obviando mi grosería y con el mismo tono de despreocupación que si hubiera dicho que las bestias se llamaban Epi y Blas.
- ¿Felipe y qué?-
- Felipe y Letizia- ha repetido ella
- Mamá hasta ahora me ha parecido razonable que todos los periquitos de esta casa se llamen "Pepito", que todos los canarios se hayan bautizado bajo el nombre de "Tweety". Incluso me hizo gracia aquella vez que a aquella pareja de pajarracos les pusieras Tonet y Neleta. Pero creo, sinceramente, que con esto se te ha ido la olla. ¡Qué diría la abuela noble si viera cómo te mofas de la monarquía!
- No tengo ni idea de lo que diría la abuela pero no creo que le hiciera mucha gracia escucharlos a las seis de la mañana a la que ven la primera luz del día-
- ¿Eso hacen?- he preguntado más sorprendida de lo que pretendían
- Sí hija ya sabes cómo ha sido siempre la monarquía- ha sentenciado ella mientras me cogía del brazo y se unía a mis sonoras carcajadas.
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A lo largo de mis 33 años de vida he hecho cosas lamentables, cutres y muy cutres. Pero hacía años que no vivía una situación tan tan tan absurda como la del domingo pasado. Desde que soy madre (es decir desde hace 16 meses) mis salidas gastronómicas se han visto bastante limitadas no por el dinero (que también) sino porque los sitios que solía frecuentar no están adaptados para que llegues a ellos rollo sherpa tibetano con más trastos que una caja de herramientas y las gentes que a ellos acuden no tienen la culpa de que yo sintiera la llamada de la maternidad. Así es que, a excepción de esas noches en las que mi suegra decide quedarse con el renacuajo y liberarnos a su hijo y a mí de esta "pesada carga", nos vemos obligados a elegir otro tipo de restaurantes en los que nuestra notoria presencia sea bien recibida.
Uno de los lugares altamente recomendados para ir con morlacos que empiezan a caminar, a escupir, a robar los cubiertos de la mesa y a sacar la lengua al resto de comensales (cosa que quiero pensar que hacen todos los niños o empezaré a plantearme que mi Adrià está poseído) son los restaurantes chinos. Estos orientales, a los que por cuestiones culturales incomprensibles les gustan los niños, permiten que las pequeñas bestias hagan atrocidades en su local por un módico precio. Así es que el domingo a medio día, el ser que vive conmigo y yo (hartos de correr por la playa detrás del enano) decidimos asaltar un chino al que solíamos ir con frecuencia cuando nuestra vida consistía en comer, dormir y follar.

INICIO: Llegamos al restaurante y una "jauría" de chinos salen corriendo a la puerta a recibirnos y a mirar el carro con caras sonrientes. Joder vale que hace tiempo que no venimos pero tampoco es que llevemos en la sillita al Dalai Lama. Mi hijo, al verse rodeado de tanto personal alborotado empieza a hacer palmas. (Ha salido folclórico como yo. Qué le vamos a hacer). A continuación el mogollón de chinos nos llevan a una mesa a la que ya han adherido una pequeña silla para el crío. Un par de chinas están delante de mi hijo hablando en un extraño idioma que la criatura parece entender porque les contesta con los mismos sonidos.
CONTINUACION: Después de que el chino mandamás del local venga a saludarnos y a recriminar a las chinas que se estén tocando el chirri haciéndole carantoñas al enano (más que nada porque el restaurante está abarrotado) nos sentamos en la mesa y pedimos. El pequeño monstruo empieza a protestar y a gruñir tipo: "Cabrones bajadme de esta silla que yo lo que quiero es andar y tocarlo todo". Afortunadamente llega Tze (José para los amigos) con una bandeja de pan de gamba. El caos se genera en la mesa porque el enano, con un rápido y experto movimiento, se apodera del contenido del plato haciendo que su padre y yo tengamos que rogarle cada pequeña ración de este aperitivo. Resumiendo que, mientras nosotros nos comemos un trozo, el niño se mete siete en la boca. Pero mira, por lo menos está callado.
MÁS CONTINUACIÓN: Llegan los primeros y a la criatura se le ponen los ojos como platos al ver los palillos. Evidentemente él también quiere un par. Así es que su padre, mirándolo con resignación, le da su pareja de chopsticks. Enseguida el pequeño elfo descubre que, aunque no es capaz de manejar los palillos con destreza (de haberlo hecho me hubiera muerto del susto) sí que es capaz de usarlos tipo pincho. Y a este descubrimiento se entrega con pasión en el plato de su padre en el que empiezan a volar trozos de cerdo agridulce y chop suey. Con más comida escampada por la mesa que en nuestro estómago llegan los segundos. El enano empieza a aporrear su silla de madera tipo: "¿Qué pasa? ¿No hay nada para mí?". En un intento de hacer una gracia se me ocurre ponerle delante el arroz tres delicias. Error. Tremendo error porque en cuanto el niño tiene la bandeja a su alcance hunde las zarpas hasta adentro y empieza a sacar puñados de una masa pastosa que se lleva a la boca al mismo tiempo que habla. La cosa hace gracia los tres primeros minutos pero el tema empieza a ponerse duro cuando el pequeño saltamontes descubre que el arroz se puede lanza no solo al suelo ni sobre la mesa, sino también sobre sus padres. Nosotros intentamos apurar nuestros platos mientras que nos envuelve una lluvia de arroz cocido para cachondeo y regocijo de las mesas que nos rodean (y por supuesto de los chinos). Me apetece tomar postre pero como no sé si seré capaz de contener a la bestia durante mucho más tiempo decido obviar el tema. Así es que pedimos la cuenta mientras que empezamos a recoger el estropicio que se ha generado a nuestro alrededor. Tampoco es plan de que los chinos nos echen de allí por cerdos.
FINAL: Llega la cuenta. La verdad es que está bien. Por 15'85€ no sólo hemos comido dos personas, sino que la criatura se lo ha pasado mejor que en Eurodisney. Miro a mi marido y me doy cuenta que está como pálido.
- ¿Qué pasa?-
- Nada. Que no llevo ni tarjetas ni dinero. Paga tu- responde a lo House
- Vas bien de sal si pretendes que pague yo. No he cogido el bolso- respondo totalmente convencida de que me está tomando el pelo.
- Pues me va tocar ir a casa porque no llevo nada. En serio-
- Le dices al chino que luego vienes y se lo pagas- digo aún de cachondeo.
- Eso es lo que vamos a tener que hacer
Aquí es cuando me empiezo a acojonar porque mi señor esposo no suele prolongar demasiado las bromas. Lo miro a los ojos e instintivamente empiezo a rebuscarme los bolsillos. ¡Ni un pavo, oye! Nada de nada. Momento de confusión y turbación. Por Dios después de las cerdadas que ha hecho el niño ( que por cierto ahora está metiéndose un dedo en la nariz y sacando la lengua) y de esta actitud nuestra en el restaurante ¿No vamos a poder pagar?. Sofoco, sudores, palidez. Me veo asesinada por alguna triada. Al final mi santo se arma de valor y le dice al chino lo que pasa. El buen hombre nos mira con cara de "comprender nuestra situación" y responde: "Aquí con chino no ploblema. Pagal más talde. Cuando podel". Completamente abochornados nos levantamos, recogemos a nuestro vástago que para entonces ya está sacándose los mocos directamente y salimos a la calle. Mi marido y yo nos miramos tipo: "Quién nos ha visto y quién nos ve" mientras que mi hijo se acaba de subir encima de una caja de botellas de vidrio que amenaza con romper.
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Acalorada vengo. Vamos que aún me tiemblan las piernas. Y vosotros/as os preguntareis. ¿Qué le ha pasado ahora a la petarda esta? Pues la verdad es que nada significativo... o sí (según se mire). Lo cierto es que me he pasado media madrugada "viviendo" (en sueños, por supuesto) un polvo salvaje con el publicista y borde de OT, Risto Mejide. La cosa no es que sea muy novedosa teniendo en cuenta cómo tiene este señor de enloquecidas a la mitad de la población femenina de este país pero, en mi caso, este polvo intenso es MUY significativo. No tengo ni idea de cómo ha empezado la cosa (en serio, no miento). Lo único que recuerdo es el sudoroso cuerpo de ese hombre apretado contra mi espalda desnuda. La verdad es que tratándose de mí pero sobre todo de él, la cosa no ha sido muy glamourosa. El entorno en el que hemos tenido la tórrida sesión de sexo se limitaba a un baño público con azulejos blancos (y fríos, todo sea dicho de paso), con un montón de gente entrando y saliendo sin prestarnos la más mínima atención.
Pero si a la cosa le faltaba glamour con respecto al decorado os puedo asegurar que el tipo no ha defraudado en absoluto. Qué intensidad. Dios mío qué pasión, que forma de inmovilizar mi cuerpo para hacerlo todo a su antojo, qué labios, qué músculos... qué todooooooooooooooooo. Sé que en este momento todas me odiáis y por eso reservo los detalles escabrosos de la historia para aquellas que me escribís con frecuencia. De momento lo único que puedo decir es: ¡Risto vuelveee esta nocheeeee!
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Como bien sabéis estoy sin kelly desde hace un mes. Yo esperaba el 8 de enero como agüita de mayo para que esa mujer que se encarga de mi hogar regresara a casa. Peeeeroooo resulta que esta buena señora, en contra de mi recomendación, tuvo a bien volar a su país con Air Madrid. Así es que ella ahora está perdida en una remota provincia de Colombia y yo estoy al borde del suicidio.
Siguiendo la recomendación aquella de "A grandes males grandes remedios" esta mañana me he puesto a buscar una nueva kelly.

09.00 A.M: Suena el timbre de la puerta. Abro. Niña monísima en el umbral señalando un papel en el que leo: "Vengo por la oferta de trabajo". La hago pasar mientras que me planteo los beneficios de una empleada de hogar muda. Cuando nos sentamos en el salón la idea me ha subyugado por completo hasta que empiezo a hablar y observo que me contempla con cara de haberme vuelto loca. Me miro por si llevo algún moco del niño o cualquier otra sustancia adherida al cuerpo pero no. Todo está perfecto. Sigo hablando y la joven sentada frente a mí sigue teniendo la misma cara de alucine.

09.10 A.M: Habida cuenta de que ni mi castellano ni mi pronunciación son defectuosos empiezo a plantearme la posibilidad de que la señorita no entienda mi idioma. Sin problema. Para algo me educaron en buenos colegios. Pruebo con las lenguas que conozco. Nasti de plasti. La cara de besugo sigue frente a mí. Empiezo a desesperarme e incluso me planteo fingir que me desmayo para ver si se da por aludida.

09.15 A.M: La joven señorita que está sentada en mi cocina, que no habla pero que no sé cómo tiene una taza de café recién hecho delante, saca una tarjeta de su bolso con la siguiente inscripción: "No hablo español. Estoy aprendiendo. Pero limpio muy bien. Me gustan ninios". Sin hacer demasiado caso a la construcción de las frases empiezo a pensar.... "Mira por una parte me viene bien que no hable porque así no se distraerá cotorreando con las vecinas y no perderá el tiempo. Pero claro si no conoce ni papa del idioma igual acaba sazonando la ensalada con Fairy o lavando al niño con Kalia. Además yo nunca he sido demasiado buena haciendo mimo y a ver cómo le explico sin que se malinterprete que limpie la escobilla del váter cada vez que la use".

09.20 A.M: Pongo cara de... ¡¡Oh llego tarde!! Le doy la mano, la levanto de la silla y pongo a la joven en la puerta de casa mientras le digo: "Ya te llamaré". (Esto último no era necesario, desde luego).

10.00 A.M: Otra mujer en la puerta de mi casa. Enorme como un armario ropero y con cara de campesina rumana. Abro. Entra. La saludo y me alegra comprobar que habla el idioma. Vuelta a la cocina. Antes de que pueda abrir la boca, la robusta europea sentencia: "Katia. Entro a las nueve. Voy a las cinco. Cobro 1300. No perros, no gatos. No voy tintorería ni recojo ninios. No microondas, no plancha. Libre sábado, domingo y martes medio día. ¿Problema?".
Joder pues claro que problema, pienso. Quiero una empleada de hogar no que el sargento de hierro gobierne mi casa. Pero sus pequeños ojos están clavados en los míos y como lo único en lo que soy capaz de pensar es en su tamaño y en el enorme mostacho que puebla su labio superior no tengo valor para decir nada. Intento lucir la mejor de mis sonrisas y, justo en el mismo instante en el que voy a invitarla a abandonar mi hogar, ella se ha levantado y ha comenzado a inspeccionarlo todo. La he seguido (aún no sé bien con qué fin) y, después de curiosear por todas las habitaciones se ha vuelto hacia mí y ha dicho: "Casa no gusta. Muy grande. Adiós".

10.25 A.M: Yo con cara de gilipollas, consternada y agotada me siento en el váter. Empiezo a pensar en verde...
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Tengo a medias mi novela, mi kelly se ha quedado atrapada en Colombia porque se le ocurrió volar con Air Madrid, mi cuenta bancaria no es que de pena ( es que ya no hay palabras para describir su estado), mi casa está llena de juguetes que mi hijo NO necesitaba, mi marido está de un humor de perros porque mañana tiene que volver a trabajar, me acabo de encontrar una factura encima de la mesa de la que ni me acordaba, mi estómago se resiente de su dosis diaria de mantecados pero AÚN NO he perdido el sentido del humor así es que a partir de mañana volveré a explicar las cosas que me suceden. Espero que sigais estando ahí...
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