Escribir... Una forma de entretenerse como cualuier otra, ¿no te parece?

Coral

Conocí a Coral el 23 de agosto de 1968. Aaron estaba preparando su viaje a Inglaterra. La Universidad de Oxford le había invitado a impartir un curso de filosofía para graduados y había aceptado de buen grado la posibilidad que se presentaba ante sus ojos. Siempre había deseado ir a aquella universidad. De hecho creo que, en el fondo, aún no se había perdonado haberle hecho caso a su padre y seguir con la larga tradición familiar de estudiantes en Yale. Aquella mañana había llegado al trabajo algo más temprano de lo habitual. Aaron me había pedido una serie de libros para poder leer durante el vuelo y quería tenerlos listos antes de que empezara el ajetreo con la organización de los nuevos ejemplares para el inicio del año académico. Los primeros estudiantes habían empezado a llegar al Campus y, aunque todavía faltaban diez días para el inicio del curso, ya se respiraba en el ambiente el tradicional nerviosismo de esta época del año. Las visitas a la biblioteca no eran frecuentes. A parte de los profesores que vivían en el campus y algún que otro estudiante que prefería el estudio durante las vacaciones a la diversión propia de su edad, en esta época del año, apenas teníamos visitas. Por eso, cuando oí su voz detrás de mí apenas pasadas las nueve de la mañana de aquel día, no pude evitar asustarme. Desde luego, nunca se está lo suficientemente preparada para contemplar la imagen que contemplé cuando me di la vuelta.
Alta, pelo corto y piel ligeramente bronceada. Llevaba unos tejanos azul claro y una blusa de manga corta. Su cuerpo se adivinaba perfecto, sí, de esa perfección que las mujeres siempre deseamos y que incluso envidiamos cuando la descubrimos en las otras. Pero lo realmente bello de su cuerpo eran los ojos que iluminaban su rostro. La intensidad y el brillo de su mirada me cautivaron desde el principio. Aquel verde intenso jamás he vuelto a encontrar. A simple vista calculé que tendría tres o cuatro años menos que yo y, por su aspecto, deduje que debía de tratarse de una estudiante de ciencias. Aquella serenidad en el aspecto y la combinación de los colores que había realizado para aquella cálida mañana del mes de agosto eran propias de alguien mentalmente estructurado. Por este motivo la petición que realizó me sorprendió tanto…

© Extracto de "Sin título..."