Escribir... Una forma de entretenerse como cualuier otra, ¿no te parece?

Hace unas horas he tenido que asistir a otra de las típicas reuniones con mi jefe a las que yo denonimo "A ver si te aclaras". El problema de este hombre es que no sabe lo que quiere y se dedica a marearnos a todos con sus paranoias. Cuando aterrizas en este fantástico entorno laboral asistes a todas y cada una de estas reuniones con tus cinco sentidos en perfecto estado. Pero, el día que descubres que eres capaz de repetir con pelos y señales el discurso del jefe en las reuniones, todos los sentidos empiezan a fallarte. En mi caso el tema comenzó por el oido. Un buen día me senté en la sala de reuniones con el resto de mis compañeros y, a penas habían pasado veinte segundos, dejé de escuchar lo que sucedía a mi alrededor. Después el tema se fue extendiendo hacia la vista y el tacto. El olfato lo conservo bastante bien desde que se prohibió fumar en el lugar de trabajo ¡Ja!
Esta mañana el ser que dirije este tinglado nos ha llamado al orden. Ultimamente he adquirido la costumbre de asistir a estos eventos en compañía de una libreta y un bolígrafo. He descubierto que la inspiración siempre me llega cuando el ser en cuestión nos recuerda por enésima vez lo muchisimo mejor que hacen su trabajo los de la competencia (aunque obvia el pequeño detalle de que los otros cobran tres veces más). En fin que ahí estaba yo sentada, libreta en mano y garabateando las primeras líenas de un prometedor relato cuando se ha deslizado un folio desde el interior del cuaderno. Al recogerlo del suelo lo he abierto y he leido: "Test 41. ¿Eres una mujer desesperada?". Durante unos segundos me he debatido entre seguir con el prometedor relato o lanzarme a la frivolidad de responder a un montón de preguntas absurdas para obtener una valoración con la que nunca estás de acuerdo. Como podreis apreciar a continuación ha ganado la opción B.
He mirado a mi alrededor y me he cerciorado de que nadie se estaba percatando del sacrilegio que estaba a punto de cometer aunque dudo que se fuera a chivar el tipo de mi derecha al que acababa de ver fumar en la calle un canuto de una hierba que olía estupendamente.
La introducción del cuestionario ha sido descomunal: "Test destinado exclusivamente a lectoras solteras y mayores de 25 años que te confirmará si tu caso está perdido o si, por el contrario, aún hay vida más allá de la vida de soltera. Deberás leer las proposiciones expuestas y contestar SÍ si te sientes identificada o NO en el caso contrario". Con la esperanza de ser capaz de seguir estas sencillas instrucciones me he lanzado a por la primera pregunta:

1.- No consigo decidir si el sexo opuesto me preocupa menos de lo que debiera o me preocupa demasiado. SI / NO

Respuesta: Pfffffff. En realidad el sexo opuesto me la trae muchísimo al pairo. De hecho, el único cerebro del sexo opuesto que me ha interesado en toda mi vida afortunadamente descansa junto al mío por las noches. Bah.. Esta ni la contesto.

2.- Me pregunto por qué ese cretino estúpido que en realidad no me importa nada y además follaba fatal ha dejado de llamarme. SI / NO

Respuesta: ¡Madre mía! A ver que repase.... 1, 2, 5, 13, 56... No. Decididamente nunca he follado con cretinos y si me he encontrado alguna estúpida enamoradiza por el camino a la que le expliqué que lo que iba a suceder a continuación era SOLO sexo y no lo quiso entender fui yo la que no la llamó al día siguiente...

3.- Creo que sufriré un ataque de nervios si mi madre vuelve a llamar para anunciarme la boda de alguna prima o hija de conocido. SI / NO

Respuesta: A estas alturas de la vida Yentl ya ha comprendido que los eventos sociales que se produzcan más allá de mis familiares más directos me la truja por completo así es que no creo que pierda el tiempo comunicándome esas gilipolleces porque sabe perfectamente que me da lo mismo que se casen, que se depilen las piernas con maquinilla o que tengan almorranas del tamaño de un gremlin.

4.-Me acuerdo demasiado de los novios a los que dejé hace tiempo. SI / NO

Respuesta: Hay días en los que ni recuerdo si me he puesto ropa interior

5.- A veces me pregunto si he arruinado ya mi última posibilidad de vivir una relación estable. SI / NO

Respuesta: Carpe Diem

6.- Mis últimas relaciones nunca han superado la barrera de las seis semanas. SI / NO

Respuesta: Afortunadamente amiga, afortunadamente

7.- A veces me pregunto qué es preferible: tener una pareja que te amarge la vida, tener una pareja a la que amargarle la vida o amargaarte la vida tú solita. SI / NO

Respuesta: En este momento me estoy preguntando por qué estoy haciendo este estúpido test

8.- Sospecho que la frustración sexual engorda. SI / NO
Respuesta: Sospecho... Sé que engordo cuando me como dos cajas de Oreo mojadas en leche con canela un sábado por la noche y luego no practico un poco de sexo para quemar calorías.

9.- Si pudiera pagarme unos zapatos de Farrutz quizá no me sentiría tan insignificante. SI / NO
Respuesta: Por Dios... Farrutz... Quién es ese?. A ver si va a ser Farrutx, diseñador que todas sabemos que ha muerto desde que Jimmy Choo y Blanhik nos abrieron los ojos.

10.- Me gustaría saber si el hecho de preguntarte si es posible que empieces a estar desesperada implica que de verdad estás desesperada. SI / NO

Respuesta: Ey, ey, ey... No nos engañemos que yo estoy haciendo este test porque no me apetece oir al tio del puro y porque los cuadros de la pared ya me los sé de memoria.

CONCLUSIÓN. Todo parece indicar que muy desesperada no estoy pero creo que rezumo cinismo por doquier. En cuanto acabe el sermón le pediré a una amiga adicta al Marie Claire que me envíe algún test tipo "¿Eres una mujer cínica?" para salir de dudas. Os mantendré informados/as.


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Me gusta practicar algún deporte de riesgo de vez en cuando. Por eso, esta mañana he decidido aceptar la invitación para el almuerzo que me ha hecho mi madre. Cuando he llegado al lugar convenido he entrado y he intentado localizar a Yentl. Estaba sentada frente a una mesa enorme, hecho que me ha llevado a la brillante deducción de que había más invitados a este evento. Después de los saludos de rigor y las preguntas, TODAS dirigidas a la salud de mi hijo ( o sea su nieto) y a las monerías que el niño ha aprendido este fin de semana, señora madre me ha informado de que esperábamos a sus amigas conchitina, paquitina, finín y lucita.
La primera idea que ha acudido a mi mente: Por dios si entre las cinco suman de media trescientos cincuenta años por qué cojones se llaman en diminutivo. Me he abstenido de hacer comentario alguno sobre esta cuestión porque no me apetecía entrar en otro debate absurdo con la que me dió la vida. Así es que he escogido una silla junto a la ventana por si en un momento dado tenía que salir huyendo de esta encerrona. Me he abstraido unos instantes leyendo la carta del restaurante y cuando he vuelto a la realidad he llegado al convencimiento de que me habían abducido. Estaba rodeada de señoras (según ellas), auténticas momias (según yo). A mi derecha estaba conchitina a la que se le ha ido la mano ocho pueblos con el Heno de Pravia por no mencionar la guerra que ha debido mantener con el lápiz de ojos porque aquello parecía la ascensión al Tourmalet que una línea recta. Eso sí. Durante todo el almuerzo he admirado el valor y la fuerza de conchitina al soportar en su pequeño cuerpo el peso de las doscientas cuarenta joyas que llevaba encima. ¡¡Por Dios que alguien le diga a esa mujer que aún faltan cuatro meses para decorar el árbol de Navidad!!
La vista a mi izquierda no ha sido mucho mejor porque Lucita llevaba tres mangas puestas. "Es por el aire acondicionado", me ha confesado entre susurros al ver que la miraba con cara de "estamos en agosto, fuera hay 32ºC. Qué haces vestida con el avance de la colección de otoño de 1943". De los personajes sentados justo frente a mí casi que prefiero obviar descripciones y calificativos.
Para no estar en modo alga y ante la amenazadora mirada de señora madre he decidido prestar atención a la conversación que se estaba manteniendo. Lo confieso. Me ha sido totalmente imposible. Las cinco cacatúas hablaban a la vez sobre temas que no tenían nada que ver. Cada una estaba explicando su película a la otra pero ninguna de ellas se estaba escuchando. Así es que, ante la posibilidad de necesitar terapia psicológica antes de los postres, he decidido desconectar de nuevo y concentrarme en las tostadas de pan con tomate y ajo que han traido a modo de entretenimiento para las fieras mientras que nos servían el primer plato.
De repente una mágica voz me ha sacado de mi ensimismamiento. "¡Arriba la Esteban!... ¡Arriba la Esteban!..." Instintivamente he dirigido la mirada hacia la televisión del local y cuál ha sido mi sorpresa al ver que estaba apagada. Sin embargo, la voz de la Esteban seguía llegando a mis oídos. He empezado a sudar y a respirar con más dificultad aún cuando ha pasado por mi mente la posibilidad de que la experiencia con las ancianas estuviera siendo demasiado para mis castigadas neuronas. Después de varios segundos la voz ha cesado por completo. He abierto el bolso y he repasado la medicación que estoy tomando. En el prospecto del paracetamol no he leido nada referente a alucinaciones.
"A lo mejor la televisión estaba encendida y la han apagado justo cuando me he fijado en ella", ha logrado apuntar mi lado racional del cerebro. Sí. Probablemente haya sido esto. Pero, justo cuando me estaba empezando a creer esta versión la voz de la Esteban ha vuelto a irrumpir en mis oidos. He observado a mis compañeras de mesa pero, las cacatúas seguían gritándose entre ellas por no sé qué de quién se comió más pasteles en la cena del sábado y he comprendido que iba a ser inútil pedirles ayuda. Así es que me he concentrado en la voz. Si en realidad lo estaba flipando por qué no disfrutar del momento.
Después de varios segundos, igual que la vez anterior, la voz ha dejado de sonar. He empezado a plantearme por qué alucinaba. Bueno, en realidad mi preocupación ha sido averiguar por qué era Belén Esteban en concreto el objeto de mi alucinación. ¿Mi faceta Maruja luchaba por salir y por eso recurría a este icono? ¿Necesito una liposucción y tengo que volver a mirar la portada de Interviu en la que ESA mujer sale desnuda sobre una moto? ¿Debo ofrecerme como colaboradora al programa de Ana Rosa Quintanta? ¡¡¡Por Dios!!! ¿Qué significa esto?
He sacado la libreta del bolso para anotar estas reflexiones y no sé cómo he debido hacerlo pero, antes de acabar de anotar las primeras palabras me he dado cuenta de que todas las ancianas estaban en silencio y me miraban extrañadas. Justo en ese glorioso instante la voz de la Esteban ha llegado hasta nosotras. He mirado con complicidad al grupo de mujeres de la España de la República. Ha sido una mirada cómplice tipo... "Todas estamos oyendo la voz de Belén Esteban. ¿verdad?". Pero enseguida he comprobado con desolación cómo ellas ni se han inmutado y han comenzado a hablar de nuevo.
"Ja ja ja. Tanto trabajo cutre y absurdo me ha vuelto loca. Ja ja ja a ver a quién le cuento que oigo voces. No sólo eso. A ver a quién le explico que la voz que escucho es nada más y nada menos que la de la ilustre Belén Esteban. Ja ja ja". Estaba en pleno ataque de risa físico y mental cuando he notado un pequeño golpe del codo de Conchitina en mi brazo. Me he girado hacia ella y la he encontrado enfrascada en una lucha atroz con el interior de su bolso. He esperado pacientemente a que terminara. Total, ninguna cosa que sacara de él iba a ser superior al hecho de oir voces. Al final Conchitina ha colocado sobre la mesa un móvil. Después de observarlo durante unos segundos me lo ha dado y me ha dicho: "Hija, mira a ver si me han llamado porque con esas letras tan pequeñas que traen estos trastos no veo nada". He mirado el cacharro en cuestión y, efectivamente, un icono indicaba que habían llamadas perdidas. Lo que ha sucedido a continuación ha sido brutal, glorioso. Enfrascada en la misión imposible de explicarle a Conchitina cómo ver en un móvil , cuya pantalla no puede leer, dónde aparecen las llamadas perdidas Belén Esteban se ha manifestado de nuevo. Sin inmutarme me he rendido a la evidencia de mi incipiente locura hasta que el último resquicio de cordura de mi mente me ha alertado que la voz de la ínclita Esteban procedía de mis manos. En concreto salía del aparato que tenía entre ellas. ¡¡Exacto. Del teléfono móvil!!.
Con lágrimas en los ojos he mirado a la momia amiga de mi madre (no es despectivo el calificativo, en serio. Tendriais que ver lo seca que está la pobre.Vamos, ni Nefertiti en su peor momento). Ella también se me ha quedado mirando y me ha dicho: "Hija. No me mires así. Es el único tono del móvil que escucho bien. El de Andreita coño cómete el pollo también me gusta pero no se oye tan alto y claro como este".
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Esta mañana he acompañado a mi madre a "echar el euromillón". La verdad es que no controlo demasiado este tipo de juegos pero, según me ha confirmado Yentl (nombre artístico de la que me dio la vida) hay cincuenta millones de euros de bote. Aturdida porque mi mente ha sido incapaz de traducir eso en pesetas ( empeño absurdo porque las pesetas ya no existen y qué más da los millones que sean) hemos ido a desayunar a ver si con el estómago lleno digeríamos mejor la cifra. Después de un prolongado silencio, Yentl ha hecho la ansiada pregunta

- Hija, ¿tú qué harías con cincuenta millones de euros?
- Pues mandar a la mierda a estos cabrones del despacho, coger el primer vuelo a cualquier isla paradisiaca, dejar que mi hijo corriera descalzo en playas de arena blanca y trepara a las palmeras. Me dedicaría a escribir el tiempo que no estuviera tumbarreada en cualquier playa del Índico compartiendo con mi marido el cocktail tropical del momento.
- ¿Y no te comprarías un pisito en un buen barrio, cerca de un buen colegio?- Señora madre ha lanzado la preguntita en cuestión como suele hacer ella estas cosas, como si no se diera cuenta y con esa sonrisa en la cara rollo "ya que estamos hablando de esto voy a ver si te convenzo de lo que yo pienso".
- Pues no. ¿Para qué quiero un piso? Ya vivo en uno. Además para lo que iba a estar en él... No creo que tenga demasiado sentido comprarse algo para no disfrutarlo.
- Pero siempre viene bien un sitio al que regresar
- Bueno, ya tengo un sitio al que volver. No dejaría la casa que tengo. Creo que con cincuenta millones de euros es algo que me podría permitir.
- ¿Esa casa? ¿En ese barrio? ¿Con esa gente?- En este momento no encuentro las palabras exactas para poder explicar la cara de asco/ terror que ha puesto señora madre ante la sola idea de que su nieto se críe en esta parte de la ciudad. (Para los que estéis imaginando cosas raras... No lo hagáis. Vivo en un barrio muy normal y con ese aire de exotismo multicultural que aportan los emigrantes de cincuenta países diferentes).
- Exacto, madre. En ese barrio, en esa casa ( no sé qué tiene de malo un ático de noventa metros cuadrados si obviamos el inconveniente de que no tiene ascensor cosa que, por otra parte, es tremendamente positiva porque potencia la vida en el vecindario con las conversaciones que se entablan con los vecinos en cada rellano en el que te ves obligada a descansar para recuperar el aliento) y en ese barrio con el que no sé qué problemas tienes porque bien que te gusta ir a restaurantes vietnamitas, pakistaníes,árabes y hacer escapadas de relax a Marruecos.
- Sí pero eso es diferente.
- Claro es diferente porque a ti te encantaría que los inmigrantes fueran como la tele. Los ves cuando quieres y, cuando no te interesan por algún motivo, desconectas y desaparecen.
- ¡No sé cómo puedes decir eso. Recuerda que nosotros también fuimos inmigrantes en los años sesenta!
- Precisamente por eso tú que sabes lo que es estar lejos de tu país, de tú familia, de tus tradiciones y de tu cultura deberías ser la primera en comprender a esta gente que, en la mayoría de los casos, están aquí para tener una vida mejor, un futuro que en sus países de origen es bastante oscuro.
- Sí. Pero nosotros íbamos a Suiza, a Alemana y a Inglaterra con nuestros papeles en reglay nos integrábamos. ¡ Por el amor de Dios. Yo no iba vestida de fallera por Hyde Park !- En ese momento y ante tal afirmación no he sabido si morirme de la risa directamente ante la imagen que ha aparecido en mi mente de mi madre vestida con falda, corpiño y manteletas o permanecer en silencio reflexionando sobre las historias que he oído de boca de mi propia madre en las que nos explicaba cómo durante todos los años que estuvieron fuera de España siempre procuraron estar en contacto con otros españoles y, cuando no lo lograban, se acercaban lo máximo posible a la comunidad judía de la ciudad en la que se encontraban. Pero, sinceramente, esta mañana no me apetecía discutir y menos de un tema en el que Yentl y yo JAMAS estaremos de acuerdo. Así es que he optado por la vía más sencilla.
- ¿Y tú qué harías con cincuenta millones de euros?
- Hija, ¡Pareces tonta ¿Qué iba a hacer? Pues comprarte un buen piso en un buen barrio!
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"La ocasión la pintan calva y con un solo pelito al que agarrarte" sólía decir mi madre cuando estudiaba en la universidad y le hablaba de algún proyecto. En aquel momento metía aquellas palabras en el saco que yo había bautizado como "palabrería materna" y seguía adelante con mi vida.
Hace unas horas he recibido una oferta laboral que, a priori, se perfila como una opción a tener en cuenta. El nuevo trabajo incluye traslado a los USA y una suculenta remuneración económica. El inconveniente, si es que se le puede llamar así, es tener que sacar a toda mi familia de aquí y empezar una nueva vida.
Al hilo de esta cuestión he empezado a pensar en todas las oportunidades, en todos los trenes que han pasado por mi vida en mis treinta y dos años de existencia. He entrado en ese absurdo juego de intentar adivinar dónde y qué estaría haciendo en este momento de haberme subido en uno u otro vagón. A pesar de conocer la respuesta (esa tan sufrida de "nunca lo sabré") me he entretenido un rato para acabar llegando a la conclusión de que el tren al que me subí en su día me ha dado una vida de la que en absoluto me puedo quejar.
Son las tres de la mañana y un leve silbido me ha despertado. Observo a mi alrededor y no advierto nada extraño. Cierro los ojos. El silbido llega de nuevo a mí con más fuerza. Me levanto y miro por la ventana. Es plateado, reluciente, enorme. Un joven me saluda desde el interior y me muestra un inmenso reloj. Asiento y murmuro: "Aún hay tiempo". El tren estará cerca de mi vida unos cuantos días más. Ahora falta saber si será otro de los que dejaré pasar o uno al que me suba para siempre.
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Sí. Me gustan las películas de José Luís Garci. Qué le vamos a hacer. A otros les entusiasma Amenábar o Trueba y tampoco se acaba el mundo.
Anoche me encontré con uno de sus filmes "Tiovivo 1950" y me preparé para deleitarme con la historia. No sé si fue a consecuencia de la fiebre o que me hago mayor y he visto mucho cine, la verdad es que no hacía más que encontrar defectos y errores de todo tipo. Al margen de ese deleite personal del que el conocido director hace gala en los movimientos de cámara que utilza para rodar algunas secuencias (algo que sufres en silencio aunque te guste su cine) aluciné con DOS salidas de tono totalmente incomprensibles e innecesarias.

PRIMERA. Escena en la que uno de los personajes (el Director del Banco) está de celebración erótico festiva con su esposa. La señora en cuestión aparece a medio vestir arrastrando un carrito sobre el que descansa una tarta de cumpleaños al tiempo que canta "Happy Birthday" con un tono y unos contoneos que ni la mismísima Marilyn Monroe. Ves esto y piensas: "¡Coño José Luís Cómo se te acaba de ir la pinza!" Estás hablando de la España de 1950 en la que las mujeres NO cantaban en inglés. Pero es más querido Garci... Te recuerdo que el Happy Birthday Mr President se produciría en 1962. ¿La mujer del banquero viaja al futuro y no se explica en la película? Me gustan algunas de tus alusiones a Yankeelandia pero tampoco hay que pasarse, hombre.
SEGUNDA. Con esta pifia la verdad es que me reí mucho pero más por la cara de mi marido que por el error en cuestión. En una de las muchas historias que se explican en esta película aparece el idilio que mantiene un joven poeta de Madrid con una burguesita de Barcelona (papel que interpreta María Adánez). A lo largo de una conversación en el que él (Iñaki Miramón) le expresa su deseo de participar en un certamen de poetas catalanes en el exilio ella le suelta una parrafada en... ¿catalán? Por Dios José Luís... ¿Era necesario destrozar ese idioma de ese modo? Si María Adánez No sabe hablar catalán no pasa nada... Dejamos la parrafada en castellano y todos contentos. Si aún así es muy necesario utilizar este idioma... ¿No encontraste ninguna actriz catalana disponible o por lo menos una que supiera pronunciar algo que no sonara al taiwanés? En fin Luisito... a mi pobre marido casi le da un síncope y yo casi me muero del ataque de risa... ¡¡Imperdonale!!

En cuaquier caso y, a pesar de estas cosillas, me sigue gustando el sabor del cine de Garci. Creo que seguiré deleitándome con él durante mucho tiempo.
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Llevo cinco días con una gripe espantosa. Esto de moquear, estornudar y tener fiebre en pleno mes de agosto es un auténtico asco. Desde el martes pasado he probado todo tipo de pócimas, remedios caseros y medicamentos para aliviar el penoso estado en el que me encuentro y, como seguro que ya habreís advertido, ningún tratamiento ha tenido el éxito esperado.
Hace un rato, cuando he sido consciente que llevaba 20 minutos leyendo la misma página de un libro, he sufrido un ataque de ira. En pleno cabreo ha venido a mi memoria una imagen del Doctor House y su peculiar tratamiento contra el resfriado. Sin pensármelo dos veces me he levantado de la cama y he corrido hacia la caja en la que guardo las medicinas. He cogido un gramo de paracetamol y el huido al cuarto de baño con él. Debo confesar que en ese momento me he sentido como una adolescente desobedeciendo las expresas prohibiciones de sus progenitores.
Pues bien ahí estaba yo, paracetamol en mano dispuesta a darme un festival que ni en las mismisimas raves de Ibiza cuando me he dado cuenta de que el medicamento estaba en formato comprimido. Así es que deja la pastilla sobre el lavabo, abre la puerta del cuarto de baño y viaje a la cocina a la caza y captura de un utensilio apropiado para convertir aquello en polvo. Por supuesto he recurrido a la siempre tan cinematográfica y racial maza del mortero. Al principio he pensado en un punzón de hielo pero enseguida me han venido extrañas imágenes a la mente y he desistido de este invento.
Con la maza del mortero en ristre he regresado al WC y, tras cerrar la puerta convenientemente, me he puesto manos a la obra.

PRIMER PROBLEMA: Escoger el lugar adecuado para machacar una pastilla de dos centímetros de diámetro sin que al darle con la maza del mortero A: Salga volando; B: Agrietes el fantástico lavabo de diseño que aún estás pagando...
SEGUNDO PROBLEMA: Intentar golpear la pastilla sin que el ruido de esta operación ponga en alerta a medio vecindario empezando por las personas que duermen la siesta tranquilamente en casa. Para ello debemos tener presente que en algunos WC hay eco (No me pregunteis por qué pero en el mío hay de eso)
TERCER PROBLEMA: Superado el momento decibelios, sudando a mares y con la pastilla medio en polvo medio en... ¿grumos? te das cuenta de que no hay nada a tu alcance con lo que alinear el paracetamol de forma adecuada ( vamos que no hay tarjeta de crédito a tu alcance con la que hacer la raya de paracetamol que has visto meterse entre pecho y espalda al Doctor House en una de las últimas reposiciones)
CUARTO PROBLEMA: No tienes tarjetas de crédito porque están en la cartera. Sí, esa misma que te has dejado en el carro del bebé que resulta que está plegado en el maletero del coche desde hace varios días porque total estás de vacaciones y para qué vas a sacar el trasto ese si en casa ya tienes dónde meter al niño. Piensas, piensas y piensas mientras que tus manos revuelven, revuelven y revuelven todos los cajones a su alcance con el mayor sigilo posible. Por fin en el fondo de uno de ellos encuentras un plástico que te acredita como socia de un club de escritores. La mala conciencia te asalta y cuando está a punto de convencerte te acuerdas de esas grandes obras escritas bajo la influencia de la absenta, el opio y otras sustancias. Así es que sigues adelante con tu azaña. Regresas al cuarto de baño.
QUINTO PROBLEMA: Bien la cosa va bien. Hay dos delgadas líneas blancas de paracetamol perfectamente dibujadas sobre una de las repisas del toallero (¿Ikea contaba ya con este uso para esta parte del mueble que hasta ahora yo consideraba absurda?). Llegó el gran momento... ¡¡Horror!! No tienes ni billete, ni canutillo de plástico ni nada que se le asemeje para rematar la faena. Dios mío otra excursión más por el piso no.... Abres el armario que tienes delante. Echas un rápido vistazo a lo que tienes delante y ... ¡que Disney me perdone! pero he cogido la solapa de la caja de tiritas de Dumbo.

Han pasado dos horas. Tengo fiebre, me duele la cabeza y estorudo. A ello hay que añadirle que cada vez que me sueno entro en efervescencia por no hablar de lo que sucede cada vez que me da un ataque de tos. El Paracetamol que con tanta prisa he cogido de la caja de las medicinas era para ser disuelto en agua y no para ser ingerido sin más. Así es que ya lo sabeis... andaros con ojo con los métodos del Doctor House y que no os embauque con su encantadora media sonrisa.
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Hace un par de días di con la web de la cadena moda H&M. Después de comprobar que aún no han puesto un avance de la colección de otoño, que es la que me interesa, me entretuve con un simulador muy atractivo que hay en esta página. El juego consiste en crear tu propia silueta (sin mentir por supuesto ni respecto al peso, ni altura, ni tamaño de pechos y caderas). No corta ni perezosa me lancé al experimento y, la verdad, me gustó lo que vi. Sí, sí... Siempre piensas que podrías perder de aquí, de allá pero mirándolo objetivamente (pensando que tengo más de treinta y que hace relativamente poco que fui madre).... ¡¡¡No estoy nada mal!! En cualquier caso aquí teneis la muestra.... Vosotr@s mism@s
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Hoy quiero dedicar mi reflexión a esa tribu urbana que aparece exclusivamente en verano y en los destinos turísticos por excelencia de nuestro país: Los imbéciles de las colchonetas.
Esa gente que llega de su lugar de origen y del que, a juzgar por cómo se comportan, sería incluso preferible que ni salieran de él. Pues bién, los imbéciles de las colchonetas llegan al pueblo o ciudad costera con el coche cargado hasta los topes como si aquí, en el tercer mundo, al lado de la playa, no hubieran supermercados, ni farmacias, ni bancos ni nada de nada. Vamos que están convencidos de que si igual al niño jugando en el parque y les va a pillar una enfermedad tropical.
Los imbéciles de las colchonetas se ponen el uniforme hortera y cutre que consiste en en el caso de los hombres en: chanclas de goma, pantalón corto a la cadera (más que nada porque no hay tanta goma para abarcar la panza cervecera que gastan) y pecho lobo descubierto.
Las mujeres son todo glamour: Chanclas de goma y vestidos vaporosos y con transparencias sobre los que nadie les ha advertido que son para "delgadas,muy delgadas" porque de lo contrario, estás más cerca de un modelo de mesa de Ikea que de la moda de baño de la temporada. Como guinda al interesante modelo está ese sutil bikini (porque total aquí no me conoce nadie y qué más da que se me vea media nalga cuando no otra cosa...) Probablemente les estaría más a cuenta ir a una playa nudista en vez de intentar meter sus lorzas en tallas que usaron cuando los dinosaurios aún poblaban la tierra.
Los imbéciles de las colchonetas llevan precisamente ese elemento como complemento a su espectacular y moderno atuendo: Ese colchón hinchable que acarrean como gilipollas desde el hotel a la playa (esos los que vienen con pasta) o desde la furgoneta a la arena (los desinformados a los que les han contado que eso es turismo de aventura). Y el problema no es que ellos carguen con tan estupendo complemento playero... El problema radica en el espacio que ocupan por las calles en su afán por no gastar más oxígeno del necesario no vaya a ser que nos ahoguemos todos.
¿Qué pasa con la gente que intenta pasear tranquilamente y se encuentra con un imbécil que además no controla las dimensiones del tema y siempre se le acaba dando con la colchoneta en la boca o en la cabeza? ¿Qué sentido tiene esto? ¿Por qué cargar con un trozo de plástico durante varios minutos si existen unos preciosos instrumentos (muy baratos por cierto) para llenar de aire las colchonetas y no tener que ir como un sherpa bajo el sol?¿Se está acabando el oxígeno del planeta y varios cientos de miles no nos hemos enterado?
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No, no me he presentado al casting de ese programa y, por supuesto no soy finalista. Pero desde hace tres semanas más o menos hay un sueño que tortura mi mente madrugada sí y madrugada también. Estoy en el backstage del plató desde el que se emite OT, maquillada, peinada y vestida... ¡¡Divina de la muerte, vamos!! Oigo la voz de Jesús Vázquez (que también tiene tela que este hombre aparezca en mis sueños) y una encantadora mujer me susurra al oido que faltan menos de dos minutos para que haga mi aparición en el escenario. Me miro en el espejo (ni idea de dónde ha salido este elemento en cuestión) y me cercioro de que estoy estupenda. Mi sonrisa se congela al descubrir que he olvidado por completo la letra de la canción que se supone que debo interpretar. Mi nombre suena con fuerza, escucho los aplausos y salgo a escena. Mi actuación es un éxito (aunque no tengo ni la más minima idea de qué tema canto y que entusiasma al público de ese modo).
El sueño da un salto tremendo porque estoy al lado de Jesús Vázquez (otra vez ese hombre) junto con otros dos chicos que también son finalistas. El presentador anuncia el nombre del tercer finalista y no es el mío. Emoción... intriga... histeria... Cuando el gallego va a decir el nombre del segundo clasificado... ¡¡¡¡Me despiertooooooo!!!.
Estoy agotada. No sé si quedo segunda o tengo por delante una ficticia e imaginaria carrera musical. No tengo modo alguno de descubrirlo puesto que mi mente se niega a dejarme ver el final de la historia... ¡¡¡Socorroooo!!!
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Hoy he vuelto al gimnasio. Sí, ya sé que es día uno de agosto, que estamos todos de vacaciones, que hace el calor de la muerte (o eso dicen)que debería dejar esta experiencia infernal del gimnasio y del castigo de mi anciano cuerpo para más adelante pero... Yo soy así. Cuando me dan las voladas mentales tengo que ponerlas en práctica lo antes posible. Después de consultar el horario del gimnasio (cosa que hice ayer por la tarde en un momento de enajenación mental absoluta) llegué a la conclusión de que la mejor hora del día para poner en práctica el famoso método, que ya practican la totalidad de las locas de Beverly Hills y otros antros de pijerío del mundo mundial, eran las nueve de la mañana.
Las siete y media. Suena el despertador...
- ¡Me cago en el copón! ¿Quién cojones pone la alarma a estas horas en pleno mes de agosto?
- ¡Imbécil! Fuiste tú anoche en un alarde de mantener tu cuerpo como si los años no pasaran por él. ¡Gilipollas!- grita una estridente voz en mi interior
- ¡Osti tú es verdad! ¡Qué asco me doy!
Me levanto, me ducho, voy a la cocina me sirvo un café...dos...tres... Preparo la bolsa. Salgo de casa. Las piernas me pesan. Diez minutos después llego al Gimnasio sudando como una cosa mala (Nota: Si ya he sudado... ¿Ya he cumplido? ¿Me tomo una cerveza y me voy a la playa? Nooooooooooo)
Entro en el paraiso de los abdominales, las cachas y los cuerpos diez (no hace falta que os diga que nada de eso es mío). Me cambio de ropa. Me miro al espejo y me siento como el pequeño saltamontes (aunque con algunos kilos más que el joven Carradine). Salgo a escena. Una esterilla malva que dirían los entendidos, lila como digo yo, me está esperando perfectamente dispuesta en el suelo.
Ella (ese ser con un cuerpo divinamente perfilado) se presenta como profesora y organizadora del evento al que he sometido a mi pobre cuerpo durante una hora. Yo respondo con entusiasmo imaginando que esos mismos músculos cubrirán mis carnes dentro de unos meses (¡¡Tú lo flipas!!, grita esa absurda voz en mi interior a la que ya me estoy planteando seriamente asesinar).
La cosa empieza tranquila. Respirar... suaves movimientos... más respiración... Relax. Noto una mano sobre mi hombro. Abro los ojos... La clase ha terminado.
¿Vuelvo mañana?
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